El toro empitonó por la axila a David Mora y luego le arrancó la femoral de otra cornada. :: FOTOS KIKO HUESCA/ EFE
Sociedad

LA CORRIDA SANGRIENTA

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La corrida trágica. Un sobresalto constante. David Mora se fue a esperar de rodillas frente a la puerta de chiqueros la suelta del primero. El toro se le vino sin velocidad y pudo por eso medir y enterarse antes de entrar en suerte. Mora trató de librar una larga cambiada, pero lo hizo con fatal retraso. No llegó a encelarse el toro, que lo atropelló y volteó. En aspa de molino durante un interminable momento el torero sobre la cuerna del toro, que cabeceó con violencia. Cuando Mora cayó al suelo casi en plancha y de espaldas, fue el propio capote, tendido sobre su dueño, el que le hizo una especie de quite. Pero el toro corneó el engaño, lo echó al aire y, cuando tuvo al torero al descubierto, le hundió el pitón derecho en el muslo izquierdo. Las cuadrillas llegaron solícitas, casi cercaron al toro, liberaron a su presa. Donde había caído David quedó la huella de un gran charco de sangre. La impresión fue brutal. Casi desmayado David cuando entró en la enfermería en brazos de asistencias.

Tan grave percance iba a condicionar la tarde toda. La cogida, dura de ver, produjo consternación general. El silencio del espanto, tan de plaza de toros. Antonio Nazaré y su cuadrilla salieron a trabajar. Nazaré se hizo de ánimo. Lo suficiente para sujetar al toro y fijarlo. Un duro y largo primer puyazo de José Antonio Flor -la cara arriba el toro, que se dolió- y un segundo más, de trámite. Salió entonces con descaro a quitar Saúl Jiménez Fortes. Chicuelinas. Se coló el toro por la mano derecha. El mismo lado por el que había hecho sangre. Banderilleó la gente de David Mora, según costumbre. Su peón de confianza, Félix Jesús Rodríguez, que abrió y cerró tercio, llevaba taleguilla, chaleco y chaquetilla teñidos de sangre del propio matador. Nazaré se puso sin aflicción, se ayudó para trastear con la izquierda y en línea, consintió mucho al toro, cuya desgana lo hacía incierto. El esfuerzo fue sensible. El viento descubría, pesaba ya mucho la cornada de David Mora. Una estocada caída.

Se corrieron los turnos de salida y se soltó como segundo el tercero de sorteo. Casi seis años, del hierro de Los Chospes y encaste Algarra-Juan Pedro. Castaño salpicado y lombardo. Corto y alto de agujas, enmorrillado, levantado, ensillado, de porte agresivo, muy ágil. Había estado de sobrero varias tardes de San Isidro. Un aire corraleado de partida, y escarbó, pero vino pronto a engaño. Jiménez Fortes se estiró de capa sin demora, resbaló en la cara del toro, se fue al suelo y salió empalado y revolcado. Pero ileso. Gran quite de Boni Martín Blanco, que se llevó al toro y le bajó las manos.

Entonces se dejó sentir por primera vez el aire fiero del toro, que peleó en el caballo antes de soltarse. Salió a quitar Nazaré. Tres chicuelinas ceñidas y valerosas y una revolera, en mitad de la cual salió prendido y empalado por una corva. Cojeaba. Estaba en una barrera un genio del toreo, Manuel Benítez El Cordobés, de cuya confirmación de alternativa se cumplían justamente cincuenta años -confirmación saldada con una grave cornada-, y Fortes le brindó el toro, de nombre Fetén. Un toro mugidor, o llorón, que arreó tralla enseguida: soltaba con genio tornillazos como ganchos al rematar viaje. Al cuarto muletazo encajado, Fortes salió cogido. El pitón en la taleguilla. Se soltó la banda de bordados dorados, que luego iba a aparecer tintada de sangre.

No se inmutó el torero malagueño. Ni la paliza, que fue brutal, ni la cornada. Volvió al toro, que se le metía una y otra vez cuando lo veía descubierto. Se le colaba, le venía andando, lo veía. La emoción era incontenible, porque se estuvo mascando una segunda cornada. Se tiró con la espada Fortes como si le fuera en la estocada un triunfo mayor. Lo prendió el toro de lleno, salió colgado el torero y herido, pálido pero entero. Hasta que no dobló el toro no se fue de él. El propio Carretero le aplaudió en el ruedo. Gesto extraordinario. Y a la enfermería. Con dos cornadas. Estaban todavía operando a David Mora de dos cornadas: una de 30 cms. en el muslo izquierdo con arrancamiento y contusión de la vena femoral y otra de 10 cms. en el húmero. Y se atendía a Nazaré de un traumatismo de ligamentos de la rodilla que le impedía tenerse en pie. Después de operado Mora, entró en quirófano Saúl. Con dos cornadas en los muslos.