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Vuelve a ser 11-S en Nueva York
Una emotiva ceremonia presidida por Obama inaugura el museo de la memoria trece años después de los atentados
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarPor unas horas, ayer fue 11-S en Nueva York. Como cada septiembre, las autoridades desfilaron por la Zona Cero pronunciando emotivos discursos frente a los familiares de las víctimas, que escucharon con ojos vidriosos sentados en primera fila. Pero no lo hicieron bajo el sol perturbadoramente limpio y radiante de septiembre, sino bajo el cielo encapotado de mayo, en el interior de un mausoleo solemne y cavernoso que ha sido bautizado como el Museo del 11-S.
«El 11-S yo estaba sentado en un café de El Cairo... Yo estaba en Tokio... Yo en...». Para tantos como estos que cruzan sus voces en el vídeo que recibe a los visitantes, el 11-S es una fecha grabada en sus vidas por el horror de unas imágenes que han marcado el imaginario colectivo. Aun así, por mucho que todo el mundo recuerde dónde estaba cuando conoció la noticia, nunca sabrá lo que fue escapar de la nube de escombros y deambular sin rumbo por las calles apocalípticas en estado de 'shock'. Al menos hasta que descienda hasta el subsuelo de la Zona Cero. Allí las paredes lagrimosas que un día alojaron los cimientos de las Torres Gemelas albergan esos objetos mundanales que cuentan con sencillez una historia que los nacidos después del 11-S sólo conocen a través de los libros.
Los zapatos de tacón con los que Florence Jones bajó 38 pisos y caminó 50 calles. El camión de bomberos aplastado como un acordeón de la Compañía 3, que nunca salió de la Torre Norte. Las camisetas perfectamente dobladas en las estanterías polvorientas de la tienda de recuerdos de Chelsea Jeans. Los papeles escritos a mano que volaron desde las oficinas e inundaron hasta el cementerio de la Iglesia de St. Paul. Las seis bicicletas candadas bajo la Torre Norte que nadie reclamó jamás. Los últimos 38 escalones hacia la salvación que recorrieron con ansiedad cientos de personas. La portezuela de un avión que apareció en el tejado de un edificio cercano.
Cita de Virgilio
Las insignias que llevaba prendidas en la solapa una azafata de American Airlines. Los rostros de las 2.977 personas fallecidas ese día, junto a las seis que murieron en el atentado de 1993. «Ni un día pasará en que su recuerdo se pierda de nuestra memoria», dice la cita de Virgilio, elegida para la cámara que conectaba ambas torres, en la que descansan las sonrisas de los desaparecidos.
«Nunca sabremos por qué unos lograron escapar y otros no», dijo el exalcalde Rudy Giuliani, que fiel a su tradición rindió homenaje a los 343 bomberos y 37 policías que murieron bajo los escombros.
Barack Obama eligió a Welles Crowther, el joven del pañuelo rojo en la boca que salvó la vida a 12 de las 18 personas que salieron con vida de la zona del impacto en la Torre Sur. Tenía 24 años. Bajó a una mujer herida sobre sus hombros y volvió para continuar el rescate. «Ningún acto de terrorismo puede compararse a la fuerza o al carácter de nuestro país», dijo orgulloso el presidente, «tres años después de que los Navy SEAL se aseguraran de que se ha hecho justicia», recordó.