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El este de Ucrania vota su independencia bajo las armas
Las regiones de Donetsk y Lugansk deciden hoy su futuro en un referéndum separatista enturbiado por la violencia y plagado de irregularidades
SLAVIANSK. Actualizado: GuardarEl camión de la empresa Cocinas Technopolis llega a la Biblioteca Municipal y un grupo de voluntarios carga en su interior las urnas y papeletas para montar los cincuenta colegios electorales en Slaviansk. El referéndum se celebra en el bastión insurgente del este de Ucrania con el blindaje de un número creciente de paramilitares llegados en los últimos días «para defender nuestro derecho a voto». «Si nos molestan responderemos y estamos preparados para matar en defensa de la consulta», afirma el autoproclamado alcalde de la ciudad, Viacheslav Ponomariev, en una rueda de prensa en la que presenta la papeleta del sufragio.
«¿Está usted a favor de la independencia de la República Popular de Donetsk (RPD)?». Es la única pregunta a la que deberán responder los ciudadanos en una consulta que Kiev y la comunidad internacional consideran ilegal y que se celebra sin observadores y pese a la petición del presidente ruso, Vladímir Putin, de retrasarla. Además de Donetsk, la vecina provincia de Lugansk también votará sobre la desanexión de Ucrania en una jornada en la que culmina el levantamiento separatista que proclamó la RPD hace poco más de un mes.
En total se han imprimido tres millones de papeletas en esta región minera con una población estimada de siete millones. Los organizadores esperan una participación del 60%y aseguran que se podrá votar «en los lugares habituales», aunque los separatistas sólo controlan una docena de edificios oficiales entre las dos provincias. El sentimiento mayoritario entre la gente en esta parte de Ucrania es muy crítico con la actual administración de Kiev, pero la violencia de los paramilitares prorrusos, las prisas y la falta de garantías para un proceso legítimo siembran de dudas el camino a la independencia.
La capital de la RPD es Donetsk, pero es Slaviansk «el centro de poder y donde mayor presencia militar tenemos», destaca Ponomariev, que rechaza cualquier diálogo con Kiev si antes «no retiran sus tropas y acceden a un intercambio de presos». El Ejército y la Guardia Nacional mantienen su ofensiva contra las provincias separatistas y el viernes al menos ocho personas murieron en los choques de Mariupol, siete de ellas del lado prorruso. La sensación de vacío de poder ha crecido y Kiev ha recurrido a la fuerza como único recurso para intentar garantizar la unidad nacional. El Gobierno interino ha amenazado a los alcaldes del este con acusarles de «cometer un delito» si facilitan la celebración de la consulta, el problema es que tampoco puede protegerles de los paramilitares.
Lo que nació como un llamamiento para la federalización de Ucrania ha derivado en una consulta que sigue el modelo de Crimea y, según los organizadores, no se descarta una nueva votación el próximo fin de semana para preguntar a la gente si quiere la adhesión a la Federación Rusa. «Es el primer paso para la división de Ucrania y el restablecimiento en el futuro de Nueva Rusia», señala Kiril Cherkashin, uno de los cinco responsables de coordinar el referéndum. Nueva Rusia es el nombre histórico empleado en la época zarista para referirse al sur y este de la actual Ucrania.
La otra consulta
El primer ministro interino, Arseni Yatseniuk, propuso una consulta no vinculante sobre la unidad nacional coincidiendo con las elecciones presidenciales del día 25, pero el Parlamento la rechazó. Sólo el Partido de las Regiones, formación del expresidente Víctor Yanukóvich, y el Partido Comunista, las fuerzas más votadas en el este, votaron a favor. La gran duda está en la fecha y la manera de plantear la consulta porque «la Constitución no permite estos procesos y en tan poco tiempo no se puede garantizar su legitimidad», lamenta Sergei Bogachov, secretario del Partido de las Regiones en la capital de provincia.
«Está todo decidido, no tiene sentido acudir a votar porque van a publicar los resultados que quieran y no se dan las condiciones mínimas para un proceso limpio», lamenta un profesor de la Universidad de Donetsk que pide el anonimato por miedo a represalias. Los partidarios de seguir con Ucrania son también críticos con la actual administración, «pero no queremos ser un Estado tipo Transnistria, al margen de la comunidad internacional», confiesa.
La voz de los partidarios de mantenerse en Ucrania ha sido silenciada a golpes en las últimas concentraciones que han intentado realizar en Donetsk. La tensión que se percibe en las calles se extiende de igual modo a las relaciones entre Kiev y Moscú. Ayer mismo, cazas MiG-29 ucranianos obligaron a aterrizar en Chisinau, la capital de Moldavia, a un avión en el que viajaba una delegación oficial rusa encabezada por el ministro de Cultura, Vladimir Medinski, según informó la agencia de noticias RIA Novosti. El viceprimer ministro, Dimitri Rogozin, denunció igualmente que Ucrania y Rumanía impidieron el paso de su avión cuando regresaba de Transnistria. «Volvería en un TU-160», respondió enfurecido Rogozin en un tuit en alusión al mayor bombardero ruso capaz de transportar armas nucleares.