Incrédulos
Actualizado: GuardarDice mi amigo Teodoro, que no es creyente por culpa de la parábola del Hijo Prodigo. Y no le faltan razones. Toda la vida cumpliendo con tu deber como hijo, como amigo, como padre o madre, como pareja, como vecino, como ciudadano, se convierte en mera rutina. Nadie le da valor. No hacemos más que cumplir con el deber que tenemos para los demás. Pobre de ti el día que no lo hagas. Caerá sobre tu cabeza el peso de las recriminaciones, de los comentarios tendenciosos y de las críticas nada constructivas. En cambio si eres una persona displicente, que no se viene a razones, que hace de su capa un sayo y que lleva el egoísmo por bandera, el día que te portas como debes, ese día pasa a los anales de la historia de tu currículo. Todo serán comentarios positivos y lisonjas. ¡Hay que ver lo que tenía guardado! ¡Y nosotros sin saberlo!.
Ser creyente es una actitud personal ante la vida. Es tomar como cierto algo que se nos pone por delante y de lo que no tenemos un conocimiento ni directo ni certero. Es tomar a pie juntillas algo sobre lo que no existe evidencia alguna de que sea cierto. Para creer hay que ser confiado, pero no con esa confianza que roza la ingenuidad y la inexperiencia, sino la que te da la seguridad de tener bajo control lo que te rodea. El miedo, la desconfianza, la incertidumbre, la inseguridad y la duda son sus enemigos.
Ser creyente siempre tiene sus connotaciones religiosas, pero sin ser religioso, ni aspirar a serlo se puede creer en muchas cosas. Creo en la humanidad aunque desconfío de los algunos hombres. Creo en la bondad, pero dudo de la caridad. Creo en la política, pero sospecho de muchos políticos. Creo en los derechos, pero vacilo ante tan solidaridad entendida como dádiva limosnera. Creo en el progreso, pero titubeo ante el IPC y me dan miedo esas tecnologías diseñadas a la medida de los especuladores, que nos esclavizan, explotan y enganchan. Creo en el sindicalismo como modulador de las relaciones laborales, pero pongo en tela de juicio a muchos sindicalistas. Creo en la distribución equitativa de la riqueza, pero temo a las políticas fiscales insolidarias que se ceban y se mantienen gracias a los impuestos indirectos. Creo en la justicia universal y en los que la administran pero desconfío de las leyes que se hacen a la medida de los poderosos. Creo en los diferentes, pero reniego de los que intentan marcar clases y categorías.
Para no ser creyente la verdad es que creo en muchas cosas.