Un soldado ucraniano coloca una bandera de su país en un blindado que protege el control de carretera cerca de Slaviansk. :: BAZ RATNER / REUTERS
MUNDO

Los paramilitares toman el mando

La Policía de Donetsk reconoce que parte de sus fuerzas han traicionado a Kiev y es incapaz de defender a la población sin la ayuda de refuerzos

SLAVIANSK. Actualizado: Guardar
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Las fuerzas de seguridad están en el punto de mira de Kiev y Donetsk por su trabajo en el sur y este de Ucrania. Los mismos hombres a quienes las autoridades interinas culpan de forma sistemática de traición por no cumplir con su deber, son vistos como fuerzas de ocupación o colaboradores de un gobierno ilegítimo en las zonas separatistas donde paramilitares prorrusos imponen la ley. «No es un secreto que una parte de la Policía se mantiene fiel a Kiev, pero otra no. No tenemos órdenes claras y nadie quiere asumir responsabilidades, hemos pedido refuerzos, pero no llegan, ¿qué podemos hacer?», lamenta el coronel Igor Diomen, portavoz de la Policía de Donetsk con más de veinte años de servicio.

El recuerdo de la plaza de la Independencia de Kiev pesa sobre la moral de unos hombres que ganan 2.500 grivnias al mes (170 euros al cambio) y a quienes se culpó de la matanza del 20 de febrero en la plaza de la capital. Tras lo ocurrido en Kiev, una de las primeras decisiones de las autoridades interinas fue disolver el Berkut, las fuerzas antidisturbios de Ucrania, y ahora muchos de esos hombres están combatiendo del lado prorruso en Donetsk y Lugansk. Los antiguos antidisturbios, junto a veteranos del Ejército Rojo y del ucraniano, forman la primera línea de combate de las milicias separatistas.

Después de dos semanas de alzamiento y con ayuntamientos y comisarías en manos de prorrusos en una docena de ciudades, el 1 de mayo el presidente interino, Aleksander Turchínov, admitió que «los policías locales son impotentes y algunas unidades hacen la vista gorda o colaboran con los terroristas. Es difícil admitirlo, pero es así. La inmensa mayoría de los miembros de los cuerpos de seguridad en el este no son capaces de cumplir con su deber de defender a nuestros ciudadanos».

El Gobierno central tuvo una reacción similar tras los altercados de Odessa del viernes pasado, en los que al menos 46 activistas prorrusos murieron tras el ataque de nacionalistas ucranianos a un edificio ocupado. El primer ministro Arseni Yatseniuk apuntó en la misma dirección y declaró que «si los órganos de seguridad funcionaran, entonces esos terroristas deberían haber sido neutralizados».

Lo sucedido en Odessa también ha costado el puesto al gobernador Volodimir Nemirovski, que fue relevado por Igor Palitsu, según informó el diario Kiev Post, que le define como «un estrecho aliado del gobernador de Dnipropetrovsk, Igor Kolomoiski». Palitsu es uno de los cien hombres más ricos de Ucrania y se une a la lista de oligarcas a los que han recurrido las autoridades interinas para tratar de controlar la situación.

Los problemas con la Policía son extensibles al Ejército. Tras el ridículo en Crimea, donde los soldados permanecieron en sus bases encerrados y rodeados por unidades rusas sin identificar y nunca cumplieron la orden de usar la fuerza dada por Kiev, el inicio de la operación antiterrorista en Donetsk ha vuelto a poner en evidencia la debilidad de las tropas. En el primer intento media docena de blindados enviados por Kiev acabaron en manos de las milicias prorrusas de Slaviansk sin resistencia de unos soldados sorprendidos por cientos de vecinos que les rodearon al grito de «¡Rusia, Rusia!».

Un Ejército deteriorado

Desde el viernes mantienen una segunda ofensiva en la que Kiev ha recurrido a la recién creada Guardia Nacional, cuerpo bajo la autoridad del Ministerio del Interior, que podría contar con hasta 60.000 hombres provenientes, principalmente, de los 'grupos de autodefensa' que estuvieron en primera línea de las protestas de Kiev contra el presidente depuesto Víctor Yanukóvich. «Nuestro Ejército se ha visto deteriorado», reveló Arsén Avákov, ministro del Interior, acusando al anterior Gobierno de la situación actual en la que «no tenemos unidades profesionales». Avákov elevó a treinta el número de bajas entre los insurgentes de Slaviansk en las últimas horas. Una cifra imposible de verificar de forma independiente.

El bastión insurgente lleva casi una semana rodeado por el Ejército y la Guardia Nacional y ayer a las cinco de la tarde las calles se vaciaron por el rumor de un ataque inminente. Los insurgentes han reforzado sus posiciones en el centro. Los civiles aprovechan las mañanas para comprar víveres, pero el cerco cada vez se nota más en unas tiendas con las estanterías cada día más vacías. «Lo que nos da miedo es que entre la Guardia Nacional calle por calle, un cuerpo en manos de Sector Derecho y otros grupos radicales», es la respuesta unánime de los vecinos consultados a lo largo de una jornada, como todas las anteriores, marcada por los rumores.