Fotografía que muestra a cuatro sospechosos de derribar un helicóptero ucraniano. :: EFE
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Kiev cerca el bastión rebelde del este

Al menos siete personas pierden la vida en la mayor ofensiva del Gobierno para recuperar el control de Slaviansk

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Después de amenazas diarias y plazos que nunca se cumplían, el Ejército de Ucrania lanzó la operación militar más importante para recuperar el control de Slaviansk 24 horas después de que el presidente interino, Aleksander Turchínov, tirara en público la toalla y diera por perdidas las provincias de Donetsk y Lugansk. Al menos siete personas perdieron la vida según el balance ofrecido por el Ministerio de Interior, que informó de la muerte de dos soldados y el derribo de dos helicópteros, y el alcalde rebelde, Viacheslav Ponomariov, que aseguró que tres paramilitares y dos civiles fallecieron como consecuencia de la ofensiva.

El asalto empezó pasadas las cuatro de la mañana y con el paso de las horas se abrió paso la certeza de que el dispositivo era mucho más firme que el empleado hace dos semanas, cuando Kiev ordenó avanzar a sus blindados y éstos terminaron rodeados por los civiles de Slaviansk y retirándose de forma humillante. «Más de veinte helicópteros», según los rebeldes, sobrevolaron la ciudad al mismo tiempo que vehículos blindados de la Guardia Nacional avanzaban por los distintos accesos. Un comunicado de Interior informó de que «fueron abatidos dos helicópteros MI-24 de las Fuerzas Armadas de Ucrania, que realizaban patrullas aéreas. Como resultado de los disparos, dos militares murieron, y varios fueron heridos de diversa consideración». Otra tercera aeronave también fue alcanzada, pero no derribada.

El alcalde rebelde justificó los ataques contra helicópteros porque «de varios de ellos desembarcaron miembros de 'Sector de Derecha'» (la formación ultranacionalista que lidera la lucha callejera en Kiev). Los medios rusos, parte de la gran guerra de propaganda que rodea a este conflicto, llegaron a informar a lo largo del día de que 'Sector de Derecha' tiene la orden de montar campos de concentración para los ciudadanos que hablen ruso de la zona.

El objetivo final de la operación parecía el establecimiento de un cerco que la Guardia Nacional logró consolidar a media tarde, como declaró en el canal ruso de televisión 'Rossia 24' el líder de las llamadas 'fuerzas de autodefensa', Igor Strelkov, que reconoció que «todas las carreteras están cortadas, y desde todas las direcciones llegan blindados y soldados. El enemigo ha bloqueado la ciudad por completo, las entradas y las salidas». Un cerco para los paramilitares, los civiles y también para los siete observadores militares europeos secuestrados desde hace más de una semana y cuya liberación exigieron las autoridades interinas de Ucrania al poco de lanzar la operación.

La tensión se palpaba en los puestos de control que unen Donetsk con Slaviansk. 120 kilómetros en los que los que hay una posición ucraniana y tres rebeldes. En estas últimas, los coches de los periodistas eran detenidos y registrados. Los reporteros de las cadenas SkyNews y CBS fueron retenidos durante horas y los encapuchados insistían en la necesidad de presentar las acreditaciones de la República Popular de Donetsk, el Estado independiente que quieren establecer tras el referéndum del próximo día 11. Estaban especialmente nerviosos y los rumores sobre tiroteos no paraban. Cada vez que se superaba una barrera, el paramilitar de turno alertaba de combates abiertos en la siguiente. «¡Mucho cuidado!», era el mensaje de despedida tras superar cada barricada.

En Kramatorsk la carretera estaba cortada. Imposible avanzar por la ruta habitual truncada por una enorme barricada de neumáticos. La única opción de llegar al bastión insurgente era un desvío por un camino secundario, en el que apenas avanzados unos kilómetros se encontraba la primera posición del Ejército ucraniano. Un centenar de soldados bien pertrechados trataban de contener la ira de los vecinos de la pedanía de Barbinovka que, al grito de «¡Rusia, Rusia!», les pedían que volvieran a sus bases.

«Han llegado de madrugada, primero nos han cortado la luz y después han entrado a tiros para tomar la antena de la televisión», denunciaba señalando un montículo cercano Maxim, un joven que vive en una casa de campo próxima y acude con comida y agua para tomar parte en la nueva barricada que se va formando en torno a los soldados. La altura de la posición hace de esta antena un lugar estratégico para el control de las operaciones de castigo contra esta ciudad de 120.000 habitantes.

Nietos de los nazis

Jóvenes, mayores y niños se arremolinan en la barricada humana improvisada desde la que increpan a los militares. Algunos portan iconos de la Virgen y piden ayuda a Dios. «Mi padre y mi abuelo dieron la vida en la II Guerra Mundial por frenar al fascismo y ahora los nietos de los nazis nos envían los tanques para someternos, no pasarán», apunta con furia el jubilado Alekséi Filonenko, los ojos llorosos. « Esto es la guerra civil. ¿Dónde están los terroristas? ¡Somos civiles desarmados!».

Los soldados tratan de razonar, en ruso, y un oficial se erige en portavoz: «Lo que están haciendo en Donetsk no está bien, no es legítimo pedir esta división de Ucrania». Intenta calmar el nerviosismo creciente. «Esperamos órdenes, no sabemos cuál será el siguiente paso». Los vecinos no escuchan, uno llega conduciendo un camión y lo cruza en la carretera, otro trae ruedas de tractor para levantar otra barricada y la gente participa en el trabajo comunitario ante la mirada atónita de los uniformados, que más que fuerzas de defensa ejercían el papel de invasores.