ESPAÑA

El riesgo de alta abstención en las europeas pone en jaque a PP y PSOE

Ambos partidos temen que la participación apenas alcance el 40% del censo y beneficie a las opciones políticas minoritarias

MADRID. Actualizado: Guardar
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PP y PSOE tienen un adversario común en las elecciones europeas: la abstención. La participación el 25 de mayo amenaza con ser histórica, no por alta sino por baja. Ambos partidos temen que la afluencia a las urnas se sitúe en el entorno del 40%, un porcentaje récord en este tipo de convocatorias y que solo beneficiaría a las candidaturas minoritarias con un electorado mucho más movilizado.

La abstención ha sido el quebradero de cabeza histórico del PSOE. Sostenían en el partido que ahora lidera Alfredo Pérez Rubalcaba que con una participación alta sus expectativas electorales mejoraban, y viceversa. El PP nunca se ha preocupado en exceso por la participación porque su electorado desde la mitad de la década de los noventa es de una fidelidad a prueba de bombas. Pero para las elecciones del 25 de mayo las tornas han cambiado.

Las primeras intervenciones del candidato popular, Miguel Arias Cañete, han tenido un destinatario claro, el votante del PP desengañado que duda entre quedarse en casa o respaldar a otras opciones, sobre todo UPyD, pero también Vox, el partido surgido de sus entrañas más conservadoras. «Eso es desperdiciar el voto», clama el exministro.

El PP calcula que si no pierde su 'macizo de la raza', esos seis millones de votantes que entregan su papeleta al partido de la gaviota en todas las circunstancias, habrá ganado las elecciones. Puede parecer un objetivo razonable si se tiene en cuenta que en las generales de 2011 obtuvo casi once millones de sufragios, pero no es lo mismo unas generales que unas europeas. De hecho, en los anteriores comicios para el Parlamento de Estrasburgo, en 2009, se quedó en 6,6 millones.

El partido gubernamental ha puesto en su punto de mira la cantera de abstencionistas surgida de sus filas. De acuerdo con los últimos estudios del CIS, apenas la mitad de sus votantes de noviembre de 2011 dice que repetirá la papeleta. Ahí está la veta de la victoria, según el análisis de la dirección popular que se ha propuesta reconquistar a esos seguidores despechados. Esa es una de las razones de que Mariano Rajoy se va a volcar en estos comicios con diez mítines durante los quince días de campaña. El mensaje de que la recuperación económica está a la vuelta de la esquina y que ya se notan los efectos de la reactivación va dirigido, sobre todo, a esos votantes frustrados para decirles que sus sacrificios han merecido la pena.

El PSOE tiene su propia receta contra la abstención, convertirlas en un examen al Gobierno para que ese no voto se convierta en una papeleta de castigo. Los socialistas dan mucha importancia a estas elecciones y ya en enero pusieron en marcha su maquinaria electoral, y en febrero se supo que Elena Valenciano encabezaría la candidatura, algo que el PP no ha hecho con Cañete hasta la semana pasada.

La 'troika'

Revertir la tendencia abstencionista creciente va a ser de todos modos una tarea ímproba para las dos fuerzas mayoritarias porque a la caída de votantes que se registra desde los años noventa se ha sumado otro factor inhibidor del voto, el descrédito de las instituciones europeas en esta crisis con los rescates y las duras medidas de ajuste impuestas por la 'troika' del Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional. A lo que hay que sumar la extendida impresión entre la ciudadanía de que estas elecciones son de segunda y de escasa relevancia para su vida cotidiana.

Las cifras avalan esa sensación de irrelevancia. En la primera convocatoria electoral para la cámara de Estrasburgo, en 1987, se registró la mayor participación de la historia, el 68,5%, cifra impensable a día de hoy. En la siguiente, en 1989, ya bajó al 54,7%; en 1994 fue del 59,1%; en 1999 subió al 63%; pero en 2004 retrocedió hasta el 45,1%; y en 2009 se hundió hasta el 44,9%, la más baja.

PP y PSOE creen que la abstención será aún mayor dentro de tres semanas. Un fenómeno que perjudica a los populares porque su trayectoria es descendente y a los socialistas porque están estancados con ligera tendencia a la baja. La escasa participación, en cambio, no tiene por qué ser un obstáculo para la pujanza que muestran IU y UPyD, ni para los nacionalistas, con un electorado de fidelidad de acero.