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Merkel pasa de cena de gala a cuatro horas en la Casa Blanca
La visita fugaz de la canciller a Obama evidencia la pérdida de sintonía entre ambas potencias desde el 'caso Snowden'
BERLÍN. Actualizado: GuardarDel viaje de la canciller alemana, Angela Merkel, a Washington para entrevistarse con el presidente estadounidense, Barack Obama, se llevaba hablando desde antes de Navidad. Entonces, el escándalo en torno a la agencia de inteligencia norteamericana NSA por intervenir masivamente las comunicaciones en Alemania y no librar de sus escuchas ni a la propia Merkel encrispó los contactos gubernamentales. Y desde entonces las tradicionalmente excelentes relaciones de Alemania con EE UU viajan en una montaña rusa de amor y desamor por la «inaceptable», en palabras de Merkel, actuación de la NSA.
Sin embargo, la irritación alemana por el escándalo que reveló el joven colaborador de los servicios secretos estadounidenses Edward Snowden ha dado paso a una cierta resignación en Berlín, a la vista de que ni la NSA ni el resto de las agencias de espionaje norteamericanas tienen intención de cambiar su modus operandi y de que el acuerdo de «no espionaje» que Berlín negocia con Washington amenaza con convertirse en agua de borrajas.
En su anterior visita hace un año Merkel fue agasajada por todo lo alto por el jefe de la Casa Blanca, que la distinguió, cena de gala inclusive, con la máxima condecoración de Estados Unidos. En el viaje que comienza hoy las relaciones ya no son tan idílicas. Obama dedicará el viernes cuatro horas a Merkel, tiempo en el que entra un almuerzo de trabajo y la rueda de prensa conjunta. El tema del espionaje a los jefes de gobierno de países amigos, que tanto incomoda a Merkel por las relaciones especiales de Washington y Berlín, ha pasado sin embargo a segundo plano y serán sin duda la crisis en Ucrania y la agresiva actitud de Moscú y el presidente ruso, Vladímir Putin, el centro de atención de las conversaciones entre la canciller alemana y el presidente estadounidense.
A la vista de que la situación en Ucrania está lejos aún de relajarse y de que los golpes de tensión son continuos, Obama quiere convencer a Merkel del necesario dictado de severas sanciones económicas contra Moscú. Pero en Berlín prevalece la prudencia ante la dependencia energética de Alemania de Rusia, de donde procede el 30% del gas y petróleo que consume y los miles de empresas germanas con fábricas, plantas o sucursales en el gigantesco país del este de Europa. Merkel descarta además tajantemente toda opción militar y no quiere de ninguna manera romper el hilo de comunicación permanente que mantiene con Putin, el más fiable de todos los gobiernos occidentales con Moscú a la vista de los años que ambos llevan en contacto pese a que sus posturas rara vez son coincidentes.
Una única intervención
El tratado transatlántico de libre comercio entre EE UU y la Unión Europea que actualmente se negocia y que surgió por iniciativa de la propia canciller es el tercer gran tema del encuentro entre Merkel y Obama. Aunque el escándalo de la NSA hizo que algunos en Alemania exigieran su congelación y del recelo con que los alemanes contemplan posibles perjuicios para la legislación medioambiental o la introducción en Europa de semillas transgénicas, la jefa del Gobierno germano quiere seguir avanzando hasta que el intercambio comercial entre los dos grandes mercados a ambos lados del Atlántico sea un hecho y es de esperar que Obama le respalde.
Ese tema centrará también la única intervención pública de Merkel durante su visita a Washington, donde ofrecerá un discurso ante la Cámara de Comercio de EE UU, casualmente la institución que más se ha opuesto a los proyectos fundamentales de Obama. El poderoso 'lobby' no sólo representa los intereses de tres millones de empresas norteamericanas, sino que se ha convertido en una maquinaria de agitación contra la política nacional del primer presidente negro en la historia de Estados Unidos, contra su reforma sanitaria, la regulación de los mercados financieros, el salario mínimo o la igualdad salarial de hombres y mujeres. Ante las múltiples alternativas menos comprometidas políticamente nadie explica en Berlín la elección de ese foro por Merkel para su única intervención pública en Washington, aunque se da por seguro que a Obama no le habrá hecho ninguna gracia.