Un hombre muestra una copia del videojuego en el desierto de Alamagordo. :: MARK WILSON / REUTERS
Sociedad

E. T. renace en el desierto

Desentierran en Nuevo México cientos de copias de un videojuego basado en la criatura de Steven Spielberg

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Fue uno de los mayores fiascos de la entonces incipiente industria del videojuego. Corría el año 1982 y Atari se las prometía muy felices. Quiso hacer caja con el lanzamiento de 'E. T., el extraterrestre', un juego inspirado en la película homónima de Steven Spielberg, que había arrasado en las taquillas de medio mundo. El producto estaba diseñado para la consola doméstica Atari 2600 y la empresa creyó ver en el pequeño ser de otro planeta el medio para forrarse. El empeño fue un desastre y la compañía, vencida y desarmada, dijo haber enterrado millones de copias en un estercolero del desierto de Alamagordo (Nuevo México). Pero nadie se creyó la rocambolesca historia de la inhumación de los restos del naufragio en una destemplada noche de 1983. Hasta que ahora, tres décadas después, cientos de cartuchos han aparecido. Después de tres horas de excavación en medio de las basuras, el tesoro ha aflorado.

Como la historia del videojuego escondido era inverosímil y estaba rodeada de un halo de leyenda urbana, a alguien se le ocurrió dar con la pista del artículo que precipitó la caída de Atari. Las productoras Fuel Entertainment y LightBox Interactive, bajo el patrocinio de Microsoft para su plataforma Xbox Live, se pusieron manos a la obra y comenzaron a rodar un documental para desvelar la verdadera historia del juego del alienígena. Con el tesón que solo tienen los destripaterrones, los sabuesos han dado con la tumba de E. T. El director de cine Zak Penn mostró muy ufano, como si de un hallazgo arqueológico se tratara, uno de los cartuchos rescatados del polvo.

E. T. no ha dormido el sueño de los justos en soledad. Por lo visto, le ha hecho compañía otro producto de la casa Atari, el videojuego Centipede, fabricado también para la antiquísima consola.

Visto al cabo de los años, el videojuego no es que tuviera una pobre factura estética. Sencillamente era horrible. Por aquellos tiempos las consolas y los ordenadores eran artefactos tan pobres técnicamente que el jugador tenía que hacer un portentoso esfuerzo para imaginar, entre unos cuantos puntos luminiscentes, el rostro contrahecho del extraterrestre.

Warner, propietaria de Atari, pensó que iba a hacer el negocio del siglo llevando el personaje del cine a la consola. Así que los gerifaltes de la época se pusieron rumbosos y pagaron 25 millones de dólares por los derechos de E. T. Alguno barruntó que aquello era una locura, pero si se había hecho un juego con 'En busca del arca perdida', por qué no repetir el éxito con la criatura de Spielberg. El trato se había cerrado en julio y los directivos necesitaban que el juego estuviera listo para la campaña de Navidad. Warner, sumida en la histeria del cuento de la lechera, encargó cuatro millones de cartuchos. Solo se vendieron 1,5 millones de ejemplares. Atari acabó en el desguace. Peor lo tuvo E. T., a quien enviaron al vertedero.