Un hombre reza frente a la bahía de Jindo en memoria de las víctimas de la tragedia del ferri 'Sewol'. :: ED JONES / AFP
MUNDO

La dura batalla submarina de Corea del Sur

Tres semanas después del hundimiento del ferri, los equipos de búsqueda se juegan la vida para rescatar de su interior los cadáveres

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Es una escena propia de una película de terror. Los buzos se sumergen en las aguas turbias y gélidas de la costa meridional de Corea del Sur, descienden unos 30 metros, rompen con martillos las ventanas del ferri 'Sewol', que volcó el pasado día 16 cuando cubría la ruta Incheon-Jeju con 476 personas a bordo, y acceden a lo que han descrito como «una gigantesca tumba submarina». Allí se enfrentan a multitud de peligros en una oscuridad casi absoluta. Tienen que moverse poco a poco, muchas veces agarrados de la mano, para evitar que objetos flotantes o partes del buque que pasan desapercibidas rompan el tubo de 100 metros que les proporciona oxígeno desde la superficie y que les permite trabajar durante períodos de más de una hora -las bombonas habituales solo sirven para inmersiones de 20 minutos-. Además, las fuertes corrientes hacen que las fuerzas se agoten rápido.

Dentro, cualquier descuido se puede pagar con la vida. Quedó en evidencia con el caso de uno los submarinistas profesionales, que cayó en coma después de haberse golpeado en las tareas de rescate. Desafortunadamente, murió poco después. Otros dos buzos han tenido que ser tratados esta semana en cámaras hiperbáricas después de emerger a la superficie excesivamente rápido, algo que puede provocar el síndrome de descompresión.

Y por si el peligro físico no fuese suficiente, en el interior a los buzos les aguardan imágenes que serán difíciles de borrar de la memoria: las de los cadáveres que todavía no han sido rescatados y que, según han contado varios de los submarinistas de la gigantesca operación de búsqueda, aparecen de repente, mirándolos con ojos hinchados por la descomposición. Hasta anoche habían sido recuperados casi 200 y otro centenar aguarda a ser recuperado.

«Aunque tienen gran experiencia, nuestros buzos realmente se asustan la primera vez que ven los cuerpos», explicó Hwang Dae-sik, jefe del grupo de 30 submarinistas encargados de rescatar a las 302 personas que se estima que han perecido a bordo. «Pueden ver las expresiones del momento en el que murieron. Sus rostros reflejan la consciencia de que estaban frente a la muerte», añadió. Otros, sobre todo los adolescentes del Instituto Danwon, ubicado en una ciudad satélite de la capital -Seúl- y al que pertenecían 325 pasajeros que realizaban un viaje de estudios, han sido encontrados abrazados entre sí, un dato que ha provocado una conmoción todavía mayor entre la atónita sociedad surcoreana.

Negligencias en el rescate

También crece la indignación. Quince de los tripulantes del 'Sewol' que fueron rescatados con vida, en total fueron 22 de 29, han sido arrestados y están acusados de negligencia con resultado de muerte. De hecho, la extraordinaria magnitud de la tragedia, que se podría haber evitado porque los equipos de rescate tardaron poco más de diez minutos en llegar al lugar del naufragio, se debe al retraso en ordenar la evacuación. No en vano, muchos de los pasajeros, que ya estaban preparados para saltar al agua con sus chalecos salvavidas, siguieron las instrucciones que se daban por megafonía, esperaron y finalmente fueron incapaces de escapar por la presión que ejercía el agua sobre puertas y ventanas. «Ahora, por efecto de los chalecos, sus cuerpos flotan en lo alto de las estancias y son más difíciles de recuperar», dijo ayer uno de los buzos.

Y eso no es todo. La investigación que están llevando a cabo las autoridades surcoreanas ha dejado al descubierto otros problemas. Al parecer, los botes y los chalecos salvavidas del 'Sewol', que fue construido en Japón en 1994, no funcionaron correctamente a pesar de que el pasaje no llegaba siquiera a la mitad de la capacidad total del buque. Y, por otra parte, todo apunta a que el ferri fue sobrecargado. Según un ejecutivo de la compañía que supervisaba la carga, mencionado por la agencia Efe, las 3.600 toneladas que el 'Sewol' transportaba triplicaban el máximo recomendado.

Es más, un inspector que revisó la embarcación después de haber sido rediseñada aseguró que solo podía transportar de forma segura mil toneladas y que, en ese caso, para mantenerse equilibrado necesitaba cargar otras 2.000 toneladas de lastre, que no llevaba cuando se hundió. «El barco se habría ido a pique incluso con un giro pequeño», comentó el viernes el profesor emérito de Navegación en el departamento de Arquitectura Naval de la Universidad de Seúl. «Para girar tendría que haber hecho un gran círculo, de uno o dos grados a lo sumo. Pero hizo un círculo pequeño, quizá incluso de 45 grados, y cayó».

Joven sin experiencia

Los analistas coinciden en señalar que ahí está el quid del accidente. Porque no se ha encontrado ninguna señal que indique una colisión como la que aseguraron haber sufrido los supervivientes. No obstante, lo sucedido sí que cuadra con un desplazamiento incontrolado de la carga debido a un giro brusco del barco, a cuyo timón estaba la tercera oficial, una joven de 25 años sin experiencia en esas aguas. Con la carga escorada, el barco se habría ido inclinando sin remedio hasta volcar. «Los buzos han entrado en dos grandes estancias de dormitorios, pero gran parte de la carga ha quedado en la parte izquierda del barco, donde va a ser difícil recuperar los cadáveres. Cada vez la operación es más complicada», explicó ayer uno de los oficiales de la Marina surcoreana, Kim Jin-hwang.

Ya en tierra, los familiares aguardan con angustia e ira. La mayoría critica la lentitud en la recuperación de los cadáveres, y la puntilla la han dado los casos en los que se han confundido los restos de los pasajeros. Algunas familias incluso han descubierto que iban a enterrar a alguien con quien no tenían relación alguna justo cuando iba a comenzar la ceremonia. Por todo ello, la noche del viernes la tensión provocó que los allegados de los pasajeros, que siguen toda la operación desde el polideportivo de la ciudad sureña de Jindo, impidiesen la salida de las instalaciones al ministro de Pesca y al jefe de la Guardia Costera. En el extremo opuesto están quienes consideran una temeridad poner en peligro las vidas de los submarinistas para recuperar cadáveres. Sin duda, la tragedia va a seguir provocando polémica.