El vacío de poder aviva la amenaza antisemita
La comunidad judía del este de Ucrania reclama protección contra los panfletos que les exigen registrarse como durante la ocupación nazi
DONETSK. Actualizado: GuardarEl teléfono de Yaguda Kellerman no para de sonar. Le llaman miembros de la comunidad judía para preguntarle sobre la situación de seguridad, pero también líderes de otras minorías como la gitana, importante en ciudades como Slaviansk, donde el fin de semana murieron tres paramilitares prorrusos y el poder está en manos de los milicianos. Desde el estallido del alzamiento separatista en el este de Ucrania, la sensación de vacío de poder va en aumento y unos encapuchados aprovecharon para repartir panfletos de contenido antisemita a la salida de la oración del jueves.
«Como nadie los quiso coger, los pegaron en la pared y al día siguiente volvieron a repetir la misma operación sin que las fuerzas de seguridad se mostraran capaces de detenerles», lamenta Kellerman, que después de que hayan pasado unos días trata de calmar a los suyos diciendo que «se trata sólo de una provocación, es lo que queremos pensar con la cabeza, pero el corazón nos lleva a recordar el pasado y esto recuerda al inicio de la ocupación nazi».
El panfleto que descansa en el archivo de la sinagoga pide a los judíos que se registren ante las nuevas autoridades de la autoproclamada República Popular de Donetsk o se exponen a la deportación. Y está firmado por Denis Pushilin, líder del movimiento, que poco después de conocerse la noticia negó ser el autor o inspirador del comunicado y, además de atribuirlo a una acción descalificadora del nuevo Gobierno de Kiev, lo tachó de «falsificación» porque, sostuvo, «la nueva república es multiétnica y no hay conflictos por motivos de nacionalidad». La explicación no consigue tranquilizar a los judíos, que piden a la Policía que «investigue quién está detrás de esto y nos proteja, no tenemos medios para pagar seguridad privada, así que nuestra vida está en sus manos», sentencia Kellerman.
«Montado por Putin»
En la sinagoga prefieren pasar página, pero no pueden evitar recordar la historia reciente marcada por las evacuaciones de 1939 al comienzo de la guerra entre la URSS y Alemania y el posterior confinamiento en un gueto a las afueras de la ciudad, que los nazis liquidaron en 1942 con una gran matanza. Los responsables religiosos elevan a 15.000 el número de judíos que residen en la actualidad en una ciudad en la que la República Popular de Donetsk ha instalado su cuartel general en el edificio de la gobernación, a muy pocos minutos en coche, y que los ciudadanos conocen con el sobrenombre de 'Casa Blanca'. Muchos miembros de la comunidad optan por marcharse a Israel, una aliá (emigración) que se promueve entre ellos desde la niñez con viajes gratuitos a Tierra Santa cada verano.
La gente prefiere no hacer declaraciones en el interior de un templo, pero Aleksander Veseliy celebra en su casa la Pascua, que coincide estos días con la católica y ortodoxa, y quiere hablar. En la mesa no entra un plato más. Judío ucraniano casado con Valentina, cosaca ortodoxa rusa, brinda por el fin de unas protestas que le parecen «un 'show', un espectáculo montado por Vladímir Putin, que desde hace años trata de rusificar esta zona». «Aquí vivimos mezclados y sin problemas, pero ahora tratan de tirar del nacionalismo y de la religión para crear divisiones», opina este médico. Elogia una diversidad surgida después de la II Guerra Mundial que convirtió a la región del Donbás en lugar de emigración para gentes de toda la URSS que buscaban trabajo en las minas e industrias del sector metalúrgico de la zona.
Su vecino, Leonid Mikhaelevich, se suma a la entrevista para aclarar que «esto no es Crimea, donde tenían un apoyo mayoritario, las reivindicaciones de los manifestantes no son las de la mayoría, ha sido algo totalmente inesperado ver la ocupación de edificios.
Dicen que están aquí para protegernos del fascismo, pero en Donbás no hay 'Sector de Derechas' (partido de extrema derecha presente en la plaza de la Independencia de Kiev), ni sector izquierdo, aquí vivíamos en paz hasta que llegaron ellos». Un sentimiento compartido en las calles de las principales ciudades de una región que se ha convertido en el nuevo campo de batalla entre Rusia y Occidente.