Un corredor levanta el cartel 'Boston Spirit' al inicio del maratón celebrado ayer en la ciudad estadounidense. :: ANDREW BURTON / AFP
MUNDO

Boston recupera el espíritu de su maratón

Una jornada sin incidentes permite a la ciudad levantar la cabeza un año después de los atentados

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
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Algunos estaban a cien metros de la meta cuando la Policía les impidió seguir y han tenido que esperar todo un año para terminar la carrera. Los 5.633 corredores frustrados por los atentados de Boston tuvieron ayer la oportunidad de quitarse el estigma en el maratón más sentido que haya vivido la ciudad estadounidense. El más seguro de la historia, prometió la Policía, que desplegó 3.600 agentes e innumerables cámaras a lo largo del recorrido.

«Se ha notado», contó Rafa Botello, un corredor español en silla de ruedas que ayer quedó el duodécimo de su clase. «Había policía militar por todas partes, unidades antiexplosivos y un montón de policía secreta».

Proliferaban también las banderas y las camisetas de 'Boston Strong', el eslogan al que se ha aferrado la ciudad, orgullosa de su actuación. Con más corredores y más público que nunca, el maratón estaba de vuelta, al más puro estilo americano. Los participantes habían pasado de 27.000 a 36.000, muchos con la foto de alguna de las tres víctimas colgada del pecho.

Los que esperaban en la línea de meta lo hacían desafiantes, incluso con un nudo en el estómago y hasta niños de la mano, en un intento de reclamar la tradición familiar del 'día patrio' que les arrebataron el año pasado dos bombas caseras.

«Lo bueno del pueblo americano es que no le tiene miedo a nada», celebraba el atleta español. «Si les atacan salen más a la calle para decir 'aquí estamos y no vais a poder con nosotros'».

El primer estadounidense

Con esas ganas de vencer el mal, Meb Keflezighi corrió con todas su fuerzas hasta darle a la 118 edición un final hollywoodense. Por primera vez desde 1983 un estadounidense ganaba la carrera. Era, en palabras del columnista del Boston Globe Kevin Cullen, ganador del Pulitzer por su trabajo del año pasado, «justicia poética», porque Keflezighi es un inmigrante nacido en Eritrea que representa la quintaesencia americana.

Cullen era uno de los que al llegar ayer a la línea de meta, como todos los años, tuvo que abrirse el abrigo y permitir que le registrara exhaustivamente el policía con el que jugaba al hockey de pequeño. «No hay excepciones», suspiró. «Las reglas cambiaron después del 11-S y el año pasado también».

Las mochilas han quedado desterradas de la línea de meta y muchos corredores tuvieron que participar con el móvil en el brazo para no quedarse aislados en pantalón corto si volvía a ocurrir algo, a pesar de que en el mundillo eso es considerado de novatos.

Mañana se les verá en el aeropuerto con la medalla que les regatearon los terroristas. Algunos incluso reconocen que en los primeros minutos de frustración no pensaron en las víctimas, sino en el fastidio de la carrera incompleta, y Rafa Botello lo entiende. «Yo en esto no tengo amigos, lo que quiero es pasar al otro y si puedo joderlo lo hago, legalmente, claro». El miedo a otro atentado no se le pasó ayer ni por la cabeza, porque le consta que lo que tiene que pasar, pasa. «Después de chafar coches y motos me quedé paralítico en una bicicleta», dice a modo de prueba. «Pero a los seis meses te olvidas, si es que te quieres olvidar, porque también hay mucho amargado de la vida antes de que le pase nada».

No todo el mundo dirá que «es como si te ponen gafas o te hacen un empaste», pero Jeff Bauman y Adrianne Haslet-Davis, dos de las 15 personas que perdieron piernas el año pasado, colgaron ayer en Twitter un 'selfie' para demostrar que estaban de vuelta en la línea de meta con una sonrisa triunfante.