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El capitán escapó tras lanzar el SOS

276 pasajeros siguen desaparecidos y la esperanza se apaga porque los buzos no lograr entrar al barco surcoreano hundido

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Estos días, la angustia y la ira van de la mano en Corea del Sur. Según pasan las horas va desapareciendo la esperanza de encontrar con vida a los 276 pasajeros que desparecieron el miércoles tras el hundimiento del ferry Sewol, que cubría la ruta Incheon-Jeju, a la vez que aumenta la indignación por la lentitud del imponente dispositivo de rescate y por la sucesión de informaciones que apuntan a negligencias de la tripulación.

No en vano, ayer se conoció que el capitán, apellidado Lee, de 69 años y con cuatro décadas de experiencia al timón de grandes buques, fue de los primeros en abandonar el ferry. Saltó a uno de los botes salvavidas poco después de haber lanzado una señal de socorro a las 8:58 de la mañana. «Lo siento mucho y estoy muy avergonzado», balbuceó ayer antes de prestar declaración en dependencias policiales cubierto con la capucha de una sudadera gris que ocultaba su rostro. Ahora se enfrenta a una investigación criminal.

La actitud de Lee ha recordado a la de Francesco Schettino en la tragedia italiana del Costa Concordia, pero lo que más rabia ha provocado entre los surcoreanos es que, mientras el capitán abandonaba la nave para convertirse en una de las 179 personas rescatadas con vida, sus tripulantes pedían por megafonía a los 475 viajeros que hiciesen todo lo contrario: que no se movieran a pesar de que el barco de la compañía Chonghaejin Marine estaba escorándose y amenazaba con volcar, algo que sucedió dos horas después.

«Todo se hizo mal. Teníamos puestos los chalecos salvavidas y había tiempo. Si la gente hubiese saltado, tal y como reclamaban muchos, habrían sido rescatados. Pero nos ordenaron no salir», recordó Kim Seong-koo, uno de los supervivientes que hizo caso omiso de la tripulación, en declaraciones a la televisión surcoreana YTN. «Esperamos por lo menos 40 minutos hasta que el barco se inclinó tanto que muchos comenzaron a gritar y a tratar de salir», añadió un estudiante cuyo nombre no ha trascendido. «Pero la mayoría no logró romper las ventanas o abrir las puertas».

El barco está ahora en posición invertida -sólo sobresale un trozo de la quilla- y apoyado sobre un suelo marino blando que, junto con las fuertes corrientes y la lluvia, dificulta el trabajo de más de 550 buceadores -ayer fueron incapaces de entrar en el buque-, 169 embarcaciones y una treintena de helicópteros. Hasta la madrugada de hoy han recuperado veinte cadáveres, incluidos los de tres de los 325 estudiantes de instituto y dos de sus profesores, y durante el día de ayer buscaron sin éxito la forma de introducir oxígeno allí donde consideran que puede haber gente con vida, sobre todo en el cuarto piso. Tres grandes grúas llegarán hoy para tratar de levantar el ferry y facilitar la entrada de los buzos.

«Vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para rescatar hasta la última persona», aseguró la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, a los familiares que la increparon a su llegada al polideportivo de la ciudad de Jindo, donde los allegados de los pasajeros esperan el desenlace de la historia que tiene en vilo al país. «¿Qué haces mientras nuestros hijos mueren? ¡El tiempo se acaba!», le gritó una madre. «Exijo a los funcionarios que me acompañan que cumplan su promesa. De lo contrario tendrán que aceptar su responsabilidad y dimitir», respondió la presidenta.

Esperanza en el instituto

Mientras la población exige rapidez y eficiencia a sus dirigentes, los investigadores continúan buscando las causas de un accidente que se produjo con el mar en calma y buena visibilidad. Ayer anunciaron que el Sewol se había desviado ligeramente de su ruta habitual y que podría viajar a velocidad excesiva. Pero no confirmaron que la razón del siniestro fuese un choque, como aseguran casi todos los supervivientes, que escucharon un fuerte golpe antes de que el barco se detuviese. Parece que el capitán Lee también negó que sufriese una colisión. Lo que sí consideran posible los expertos es que el vuelco del ferry se acelerase por el súbito desplazamiento de la carga.

Poco importa todo esto en Ansan, una ciudad satélite de la capital, Seúl, a unos 500 kilómetros de donde se hundió el Sewol. Allí se encuentra el instituto Danwon, donde estudian los adolescentes que viajaban a bordo del ferry. Se dirigían a la turística isla de Jeju en un viaje anual que organiza el centro. Los responsables del instituto han instalado una gran pantalla para seguir al minuto el rescate y, cada noche, alumnos, profesores y familiares protagonizan una solemne vigilia. «No perdemos la esperanza de que se produzca un milagro y los rescaten vivos», dice una joven profesora.