Ana y las Torres
Actualizado: GuardarYa lo decía Bogey, «siempre nos quedará París». Discurren tiempos malos para la lírica como señalaría Brecht, y en la capital republicana por excelencia gana con holgura las elecciones municipales una andaluza de izquierdas. La derecha francesa hablaba con desdén del duelo «entre la hija de un portero y una estrella» que ganó Ana. Nacida en San Fernando en 1959, pasó a llamarse Anne Hidalgo cuando en 1973 se naturaliza en la República Francesa, obteniendo la doble nacionalidad en 2003. Pensar en la bella paisana de Camarón y Sara Baras dirigiendo los destinos del París de la Revolución, de la Comuna y de Gertrude Stein, produce particular emoción. Los estudiantes e intelectuales españoles de mi generación fuimos tan afrancesados como lo hubiéramos sido durante la mal llamada Guerra de Independencia, aunque resulte históricamente subversivo confesar que uno se siente más próximo al ilustrado José Bonaparte que al Narizotas, quien ganó la penosa reputación de ser el personaje más taimado de nuestra Monarquía.
Otro afrancesado como Saura rodó con Geraldine Chaplin una peli cuyo título 'Ana y los Lobos' (1973) ofrece varias lecturas al hilo de las batallas que librará nuestra Ana. Retocado, lo utilizo para recordar una coincidencia más amable, Ana llega justo cuando la Torre Eiffel cumple su 125 aniversario, pues se levanta para la Exposición de 1889, iniciando una serie de construcciones metálicas que ofrecen su mejor resultado en esas dos atalayas que pautan el perfil plano de esta comarca de aguas y arenales, a cuya claridad salada se abrieron los ojillos de Ana. La prensa ha divulgado una foto suya junto a dos maquetas de la torre parisina; si os fijáis bien en el fondo de sus pupilas se adivinan otras dos torres aún más elegantes, las que a ambas puntas del Estrecho de Puntales representan el símbolo de su Bahía natal y la mejor arquitectura española del siglo XX. Levantadas por Nero Scalla entre 1955 y 1960, suceden a la Torre de Radiodifusión de Moscú (1920-1922) de Vladimir Shújov, amenazada de demolición, en medio de un clamor por esa determinación que atenta contra un patrimonio arquitectónico de todos. Ojala no caiga Ana, pero siempre nos quedarán París y tus tres torres.