Valls quiere reducir las regiones francesas a la mitad
El nuevo primer ministro recusa las políticas europeas de austeridad y se pone como ejemplo de integración en su discurso de investidura
PARÍS. Actualizado: GuardarManuel Valls propuso ayer reducir a la mitad las regiones francesas y suprimir las provincias en su discurso de investidura como primer ministro del segundo Gobierno del socialista François Hollande. El sucesor de Jean-Marc Ayrault, víctima del descalabro en las municipales, superó con holgura la moción de confianza con 306 votos a favor y 239 contrarios.
Once diputados socialistas y seis ecologistas se abstuvieron en expresión de su disidencia con una hoja de ruta considerada demasiado escorada a la derecha y sin suficiente contenido social. El primer jefe del Gobierno naturalizado en la historia francesa, que se puso como ejemplo de integración, se escudó en el giro socialista a favor de la competitividad de las empresas para cuestionar las políticas europeas de austeridad y fortaleza del euro.
Valls sorprendió con el anuncio de una drástica reforma del tejido administrativo inspirada en el ejemplo italiano pero con menos prisas. Si Matteo Renzi plantea la eliminación de las provincias y su sustitución por ciudades metropolitanas a partir del año próximo, la nueva arquitectura francesa se desarrollará entre 2017 y 2021 según el anteproyecto del ingeniero catalán. La primera fase consistirá en reducir a la mitad el número de regiones que en la actualidad son 26, cuatro de ellas en los territorios ultramarinos, los confetis del imperio colonial galo.
La supresión del centenar largo de departamentos, un Guadiana de la política francesa, se sitúa en el horizonte de 2021, más allá de la expiración del mandato de Hollande en 2017, por lo que su ejecución requerirá un consenso nacional difícil de alcanzar. La simplificación del mapa administrativo ilustra la voluntad de eficacia de Valls, «lo primero que debo a los franceses». «Demasiado sufrimiento, no bastante esperanza, tal es la situación de Francia», expuso con su proverbial sentido de la fórmula en preámbulo de un discurso conciso y contundente de 47 minutos, la mitad de lo que duró hace dos años el de su predecesor, Jean-Marc Ayrault. El tono directo, vigoroso y combativo también marcó una clara ruptura hasta el punto de que el diario conservador Le Figaro percibió «un discurso de candidato al Elíseo».
Gesto fiscal
En el terreno económico, Valls advirtió de que está a favor del «respeto de nuestros compromisos y la seriedad presupuestaria, pero no por la austeridad». Confirmó el anuncio realizado en enero por Hollande de reducir los costes laborales en 30.000 millones en tres años y cifró la reciente promesa presidencial de un gesto fiscal hacia los más modestos en 5.000 millones en el horizonte de 2017. Por ejemplo, los trabajadores que cobran el salario mínimo ganarán 500 euros netos más al año desde el 1 de enero de 2015, lo que representa casi la mitad de una mensualidad, gracias a la supresión total de las cotizaciones patronales.
Pero acto seguido puso en el disparadero las políticas de austeridad de Bruselas y del franco fuerte de Fráncfort. «Los esfuerzos que hacemos sobre la reducción de nuestro déficit, nuestras reformas estructurales, la competitividad de las empresas y el coste del trabajo no deben ser barridos por un nivel demasiado alto del euro», enfatizó sin precisar si París va a solicitar nuevos plazos para cumplir el objetivo del 3% del PIB en 2015, una meta que se antoja irrealizable. «La recuperación económica está ahí, pero es frágil. La debemos mantener como un fuego naciente y acompañarla», argumentó.
Valls dejó los acentos más líricos de su discurso para el final cuando se puso como ejemplo personal del orgullo de ser francés. «Francia conserva hoy la misma grandeza que tenía en mi mirada de niño», dijo el político nacido en Barcelona y nacionalizado en 1982 a los 20 años.