
«¿A que han vingut?»
El Congreso registró un lleno hasta la bandera con una gran presencia de políticos y medios de información catalanes
MADRID. Actualizado: GuardarAl entrar al Congreso sorprende una cola inmensa de plumillas y fotógrafos. Los informadores catalanes se han tomado la molestia de acreditarse 40 minutos antes de que arranque el pleno más importante de toda la legislatura, dice una ministra a un parlamentario catalán. «¿Oye tú, esto impone un poco, no?», oigo decir a alguien que no ha estado aquí. Para ser la primera vez, pienso, le ha tocado una ocasión que será histórica. Histórica por lo que vienen a pedir los tres enviados de Artur Mas a Madrid.
«Tres 'bidells' (bedeles) a Madrid. Así es como ven a los nuestros hoy -por ayer-», se quejaba un consejero de Artur Mas mientras tomaba una Coca-Cola en el bar del Congreso. «Como si fueran bedeles, nos despachan», seguía lamentándose, pero ahora en castellano.
La política, la gran política, y lo vivido ayer lo fue, demanda una estética imperfecta que la acerca a la esencia del teatro, sus claves y obligaciones. Todos los actores se sabían bien el guión, y por eso el planteamiento, nudo y desenlace se lo sabían de antemano los tres parlamentarios catalanes que, como si fueran toreros -perdonen ustedes-, vinieron a hacer una faena previsible y ventajista al gran coso de la carrera de San Jerónimo. Tramposo porque a la misma hora que pedían votar para irse de España el consejero de la Presidencia de Generalitat, Francesc Homs, ya había dicho que pasara lo que pasara votarán igual el 9 de noviembre en su consulta. Homs, escudero fiel del presidente, ni se inmutó al decir que su jefe no acudió a la Cámara baja para evitar un duelo de la Edad Media con Rajoy.
Tres estilos diferentes
A falta de un duelo se anunciaba en el Congreso la faena torera de los elegidos por el Parlament. Y así estuvieron con estilos diferentes. Jordi Turull, de CIU, incisivo y preciso; sin duda, el que tiene la faena de la secesión más clara y estudiada. Marta Rovira, de Esquerra, jugó con la emoción y los sentimientos, nombró a su hija cuando la lleva la colegio, y ahí estuvo muy convincente, pero su puesta en escena fue simple, prescindible y precaria por mucho que viniera a Madrid a hablar en el nombre de un pueblo alegre y combativo. Joan Herrera, de Iniciativa, llenó su tiempo de retos imposibles y falsedades históricas. El guión se cumplió y si mi catalán escaso no me falla podría haber titulado esta crónica así: 'Quan el diàleg és impossible'. Lo sabía Rajoy, que no sorprendió en su defensa de la ley y el poco margen que tienen para ir en contra de ella. Tampoco Rubalcaba, cargado de buenas intenciones, pero seguro de que no tiene más espacio que el orden constitucional. O sea, que manzanas traigo.
Rajoy se llevó al Congreso de los Diputados en día tan señalado una corbata a rayas que a ratos podía ser la bandera de España y otros la de Cataluña. No valió de nada. Es una pena que no entendieran el gesto de un presidente que nos colocó en la tarde de ayer la mejor criatura de Daniel Defoe: «Perdonen, pero están ustedes ofreciendo lo más parecido que se pueda imaginar a la isla de Robinson Crusoe».
Conclusión: o no se lo creen o no lo entienden.