![](/cadiz/noticias/201404/06/Media/DSC_0747--300x180.jpg?uuid=65fc09d0-bd6c-11e3-b6db-965e968c5ac7)
«No pensé en morir hasta caer al mar»
El último gran naufragio de la Armada, con 34 víctimas, cumple 60 años
Actualizado: GuardarNada más entrar en su casa se puede leer en una pequeña losa: «aquí vive un marino». A sus 85 años, Jaime Beltrán se rodea de recuerdos de la Armada, aprovecha el tiempo para realizar pinturas de faros y tiene en el balcón la compañía de un gran conejo, que se estira mientras el Sol se cuela por la ventana. Sus primeras palabras son para dejar claro, en primer lugar, que nunca cuenta esta historia y ni siquiera sus allegados y amigos la han oído de su boca, por más que le han insistido. En segundo, que deberían contarla los héroes y no él, que se considera «un superviviente».
Pero Jaime Beltrán ya es de los pocos que puede contarla. A la mayoría de los que salieron con vida de la tragedia, les ha vencido el tiempo, y son ya un reducido número los que guardan en su memoria la angustia del último gran naufragio de un buque de la Armada. A pesar de ello, de que llegaron a perder la vida hasta 34 personas y que la mayoría eran isleños, casi nadie conoce la historia, quizás porque ya han pasado 60 años, quizás porque en aquella época tampoco interesaba que saliera a la luz, quizás por el dolor que causó. Tal vez alguno recuerde el cortejo fúnebre que partió desde San Carlos y llegó hasta el camposanto pasando por Rosario y San Rafael. Miles de personas y siete ataúdes que se dirigieron al cementerio. Mañana se le rendirá tributo tras 60 años.
El 24 de marzo de 1954, Jaime tenía 25 años y embarcaba en el dragaminas 'Guadalete' para partir desde Ceuta a las diez de la noche en una rutinaria singladura de vigilancia costera. Pero un temporal de levante les sorprendió de madrugada. «El carbón era muy malo y la presión del barco se vino abajo. A las dos de la tarde las olas podrían medir 16 metros. No rompían, eran ondulaciones y nos manteníamos aunque empezamos a tirar madera».
Intentaban dar la vuelta. Jaime acompañaba a un suboficial de radio. Le aguantaba la silla para que no se cayera con los bruscos movimientos de la embarcación. Pidieron ayuda y un barco inglés pasó por las inmediaciones pero no consideraron el aviso como algo de urgencia. Al final ya era tarde. «Me dijo me hundo es con hache o sin hache». Jaime fue de los últimos en saltar cuando el barco ya tenía una inclinación de 60 grados. «En ese momento subí para no ser arrastrado y en lo más alto cerré los ojos y me tiré al mar. Hasta entonces no había pensado que se pudiera hundir el barco. Todos los recuerdos se agolpaban en mi cabeza. Desde que era pequeño y jugaba con los bolindres, la pelota, las peonzas. Hasta encontrarme allí. Creo que antes de tocar el mar ya estaba nadando en el aire. Todo fue muy raro».
Entonces chocó con la realidad de lo que estaba pasando. Media hora antes de que se tirara ya habían ordenado el abandono del barco. El resto de embarcaciones que podían ir al rescate decidieron no salir por el temporal. Ni siquiera los que pesaban toneladas como era el caso del 'Virgen del Carmen'.
El agua empezó a entrar, la presión cayó, y la embarcación quedó a la deriva. Ni uno de los tripulantes pensaba que la situación fuera a complicarse tanto, pero a cada grado que se inclinaba, el miedo se apoderaba de los hombres. Una dotación de 78 marinos abandonados a su suerte.
Dos horas en el agua
«En el mar no recuerdo hablar mucho. Lo que sí que cuando venía una ondulación y estaba en lo más alto veía a un montón de hombres, pero cuando descendía estaba solo. Por mi lado pasó uno ahogado y entonces me entró el miedo», recuerda. Y es que había personas que se habían tirado al agua una media hora antes que Jaime mientras el barco se lo iba tragando el mar. El viento seguía siendo muy fuerte y hubo intentos de algunos para acudir a restos donde mantenerse a flote. «Recuerdo que alguien dijo que iba a intentar alcanzar el Chinchorro que el viento se llevaba y yo le dije que desistiera porque iba a ser su perdición, gastando las fuerzas detrás de algo que se llevaba el viento».
Dos horas permaneció Jaime en el agua hasta que al fin atisbaron la esperanza. El 'Podesta', un barco italiano, había podido llegar hasta el lugar para el rescate de los marinos que quedaban con vida. «Lanzó una escala de 20 peldaños y para algunos eso fue demasiado. Yo como me había pasado todo el tiempo en la radio y tirado más tarde aún tenía fuerzas y subí con dificultades, pero subí. Me quedé en la cubierta boca arriba mientras que a mi lado llegaban más personas. Hubo un contramaestre que ayudó a varios a subir y que cuando llegó a la cubierta falleció».
Al mes Jaime volvió a ser embarcado en un buque de similares características. «Era igual, otro dragaminas, pero en vez de ir por caldera, iba por gasoil. La verdad que no me dio miedo ni tuve problemas para completar mi vida en la Armada. Algunos me dicen si no me da respeto bañarme en el mar. Yo respeto siempre le he tenido, pero miedo no, y me meto sin ningún problema».