Lucy Hamlin y su marido, Timothy, esperan para poder entrar en la base texana de Fort Hood. :: DEBORAH CANNON / REUTERS
MUNDO

El misterio rodea la segunda matanza de Fort Hood

El soldado Iván López, veterano de Irak de 34 años en tratamiento psiquiátrico, acabó con tres compañeros antes de suicidarse

NUEVA YORK. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cada día se suicidan en EE UU 22 veteranos de guerra. O sea, casi 2.000 sólo en lo que va de año. Por fortuna no suelen llevarse por delante a sus compañeros, como hizo la noche del miércoles Iván López, un puertorriqueño de 34 años que sirvió cuatro meses en Irak a finales de 2011. La masacre dejó tres muertos y 16 heridos en Fort Hood (Texas) y todo un país conmocionado, porque como dijo Barack Obama al conocer la noticia, «todos los tiroteos son alarmantes, pero este reabre las heridas de lo que ocurrió en Fort Hood hace cinco años».

Entonces fue un psiquiatra musulmán en conflicto con lo que hacía su país en Irak y Afganistán. Nidal Malik Hasan, con familia en Palestina, causó 13 muertos y 30 heridos, en la mayor matanza en una base militar de EE UU. Él quedó paralítico, pero la justicia militar le concedió lo que pidió: la pena de muerte, cuya ejecución sigue esperando.

Hasan había puesto todas sus esperanzas en que el nuevo presidente retirase las tropas de Afganistán, y vio con decepción cómo Obama ordenaba una escalada que lo incluía a él. Faltaba menos de un mes para el despliegue. Su idea de que deberían permitir la objeción de conciencia a los musulmanes sólo sirvió para que otro soldado destrozara su coche, tres meses antes del tiroteo. En los días previos se lo vio aislado, estresado y trastornado por los relatos que como psiquiatra tenía que escuchar de lo que hacían los soldados en Afganistán.

A Iván López no se le conoce ninguna objeción moral, pero compartía con Hasan la ofuscación con el Ejército y los síntomas clínicos. Hacía menos de dos meses que le habían trasladado a Fort Hood desde la base cercana de Killeen. En octubre tuvo que pelear con sus superiores para que le dejaran viajar a Puerto Rico al funeral de su madre, y sólo consiguió un permiso de 24 horas. El Pentágono insiste en que no podía tener heridas de guerra porque nunca entró en combate, pero en Irak y Afganistán conducir un camión equivale a estar en primera fila. La explosión de artefactos enterrados en la carretera estaba a la orden del día. Él insistía en que sufría estrés postraumático. Para el psiquiatra militar que le trataba, una simple depresión.

Y como dijo a un amigo puertorriqueño por teléfono días antes, a pesar de que le recetaron antidepresivos, ansiolíticos y pastillas para dormir, «no le daban un respiro», sólo «más y más trabajo», contó al diario El Nuevo Día. En las jornadas previas había tenido una discusión «con alguien en la base, parece que le habían robado o algo así».

Pero ni el psiquiatra ni su actual pareja pensaron nunca en una reacción violenta. El miércoles por la tarde su segunda esposa, con la que tenía una hija de 3 años, buscó refugio en casa de unos vecinos, donde siguió las noticias entre lágrimas, temiendo que su marido fuera una de las víctimas. «Cuando dieron su nombre como autor del tiroteo se puso histérica y se fue corriendo», contó Xanderia Morris a CNN. Antes de que sus familiares se la llevaran, un reportero de NBC alcanzó a preguntarle, pero ella se disculpó por la falta de fuerzas, explicando que el FBI la había interrogado toda la noche.

La pregunta de por qué ese día López llevó a la base una Smith & Wesson semiautomática del 45, que compró en la misma tienda que Hasan, es un misterio. En el mismo edificio de la primera masacre, abrió fuego contra sus compañeros, luego subió al coche y fue interceptado en el aparcamiento por una policía militar. Cuando se acercó a detenerlo, Iván sacó la pistola y se pegó un tiro, dejando en el aire todas las respuestas.