![](/cadiz/prensa/noticias/201404/03/fotos/8408035.jpg)
Hollande cerca a Valls con sus fieles
El nuevo Ejecutivo francés separa Economía y Finanzas en un intento de conciliar la austeridad con el crecimiento
Actualizado: GuardarEl nuevo Gobierno francés dirigido por Manuel Valls es un equipo dominado por los hombres de confianza del presidente François Hollande que, en el terreno económico, concilia el doble objetivo del rigor y el crecimiento, un desafío a la estricta disciplina presupuestaria de Bruselas.
Formado por ocho hombres y otras tantas mujeres, el paritario Gabinete nombrado ayer es uno de los más reducidos en la historia de Francia. Sin presencia de los ecologistas, se caracteriza por su profesionalidad, experiencia y veteranía con sólo dos caras nuevas, incluida Ségolène Royal, la rehabilitada ex del jefe del Estado. El precedente ejecutivo de Jean-Marc Ayrault contaba con 20 ministros de pleno ejercicio y 17 titulares delegados.
El presidencialista régimen de la Quinta República se traduce en el control por los fieles de Hollande de los puestos clave. Jean-Yves Le Drian se mantiene en Defensa, Stéphane Le Foll conserva Agricultura además de asumir la estratégica portavocía, Michel Sapin se hace cargo de Finanzas, Bernard Cazeneuve pasa a Interior y François Rebsamen entra en Trabajo. Frente a esta constelación de estrellas 'hollandesas', Valls se tiene que contentar con las recientes alianzas urdidas con Arnaud Montebourg y Benoit Hamon para derrocar a Ayrault, su rival común.
En apariencia son extraños compañeros de cama pues ambos representan a los sectores más a la izquierda del gobernante Partido Socialista mientras Valls es el jefe de filas de su minoritaria ala más a la derecha. Pero el pacto contra natura entre el social-liberal y los intervencionistas ortodoxos es una prueba añadida del pragmatismo, la habilidad táctica y las convicciones cambiantes de Valls. Las promociones de Hamont como número tres al Ministerio de Educación, el departamento con más funcionarios en un país donde abundan, y de Montebourg a la prestigiosa cartera de Economía contribuyen a contentar a las voces que reclamaban atención al desencantado electorado de izquierdas.
Compensar a Los Verdes
Otro guiño a los sectores críticos es la permanencia en Justicia de Christiane Taubira, icono de la progresía gala por haber legalizado las bogas gays y bestia negra de la Francia católica, provinciana y reaccionaria por la misma razón. Son formas de compensar la espantada de Los Verdes por cálculos electorales disfrazados de incompatibilidad manifiesta de temperamento con Valls. La presencia de dos radicales de izquierdas afianza la hegemonía parlamentaria del Partido Socialista, que dispone por sí solo de la mayoría absoluta, aunque con el margen de un único escaño.
Mientras Laurent Fabius en Asuntos Exteriores, Marisol Touraine en Asuntos Sociales y Aurélie Filippetti en Cultura conservan sus carteras, la atención es acaparada por la novedad de la bicefalia instaurada al timón de la economía francesa. Sapin, viejo amigo de Hollande con el que hizo el servicio militar, asume Finanzas y Cuentas Públicas mientras Montebourg añade a Industria tanto Economía como el sector digital.
Es la primera vez en la historia reciente en la que no hay en París un Ministerio de Economía y Hacienda. En la innovación se ve un plagio del modelo alemán, donde esos puestos suelen ser ocupados por personalidades de partidos diferentes en función de las frecuentes coaliciones. Pero también se percibe la tendencia en el ADN político de Hollande a la síntesis y el juego de equilibrios. El reparto tácito de papeles atribuye al reformista Sapin el rigor contable y al dirigista Montebourg la pelea con Bruselas por el crecimiento.
En el telón de fondo del duopolio se transparenta la estrategia oportunista de Hollande consistente en aprovechar el largo vacío de poder en Bruselas por las elecciones europeas y el relevo del equipo Barroso para forzar una vez más la indulgencia hacia los incumplimientos franceses. Según el diario Le Figaro, el presidente socialista «podrá jugar su nueva complicidad con el primer ministro italiano, Matteo Renzi, y, si hace falta, agitar un veto contra el nombramiento de un jefe del Ejecutivo europeo que no sea bastante comprensivo». Las discusiones con Alemania a propósito de la política monetaria prometen soltar chispas con un Montebourg en el poder económico de París que a finales de 2001 comparaba a Angela Merkel con Bismarck por su defensa del euro fuerte.