Obama y el Papa Francisco, ayer, durante una audiencia privada al líder estadounidense. :: SAUL LOEB / AFP
MUNDO

Obama se emociona con Francisco

El presidente de EE UU muestra sintonía humana con el Papa y tantea profundizar las relaciones

ROMA. Actualizado: Guardar
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Barack Obama tardó ayer 40 segundos en soltar la mano del Papa al despedirse de él en el Vaticano, un saludo que no terminaba nunca, poco habitual en el protocolo. El presidente de Estados Unidos llegó diciendo a Francisco que era «maravilloso» estar allí y añadió: «Es un gran honor para mí, soy un admirador suyo». Luego contó que se había «conmovido». Estuvieron reunidos 52 minutos, un tiempo extraordinariamente largo para las costumbres de la Santa Sede. De hecho rebasaron las previsiones y el Papa llegó tarde a la siguiente audiencia, con los obispos de Madagascar. Bergoglio se mostró abrumado al principio, pero a la salida también prodigó grandes sonrisas. Obama y Francisco saben que tienen algo en común: son los líderes que en los últimos años han despertado más esperanzas de cambio, hasta el punto de que el primero logró el Nobel de la Paz sin haber hecho nada.

Obama se movió y habló ayer en clave humana, espiritual, como para recobrar esa hondura sentimental de la política que la hace creíble y que él ha ido perdiendo. Valores, como la defensa de los débiles, que le llevaron a la Casa Blanca. Las visitas a Roma para eso son perfectas. Luego se hizo unas fotos preciosas en el Coliseo. Le pareció «más grande que un estadio de béisbol».

«Estoy muy conmovido por el mensaje de inclusión y de compasión del Papa y profundamente emocionado por sus reflexiones sobre la importancia de contar con una perspectiva moral con la que afrontar los problemas mundiales sin pensar en nuestros intereses personales», contó luego Obama en la rueda de prensa con el primer ministro italiano, Matteo Renzi. Parecía sincero, y quizá ha pensado en encontrar en Francisco una especie de aliado, pese a la distancia que les separan, o que al menos le pegue ahora algo de su popularidad. Ya le ha citado en algunos discursos sobre justicia social y ayer se deshacía en elogios hacia él en una entrevista en el 'Corriere della Sera'. En cierto modo busca una identificación con él, el icono de moda de la utopía.

Obama, que de niño estudió en Indonesia en un colegio de monjas llamado San Francisco, también trabajó como abogado, cuando empezaba, en una parroquia católica de Chicago que integraba marginados. Alguna conexión tiene con Bergoglio, aunque no es católico, sino protestante. Con la Iglesia católica estadounidense ha chocado mucho en temas como el aborto y el matrimonio homosexual, y de hecho esa es la óptica que dominó su primera visita al Vaticano en 2009. Le recibió entonces Benedicto XVI, pero con una cortesía fría. Es más, le regaló un documento de la Iglesia sobre aborto, eutanasia, homosexualidad y bioética, para marcar el terreno.

Con Francisco es al revés, porque ya ha repetido que su prioridad no es machacar la doctrina de la Iglesia sobre esos asuntos, que ya es conocida, sino abrir puertas. Y ahí Obama tiene mucho más espacio. Una buena noticia, no sólo para su serenidad interior, sino también para su imagen ante el electorado, porque la cuarta parte de los estadounidenses son católicos. Esta vez Bergoglio le regaló su documento oficial más importante hasta la fecha, la exhortación apostólica 'Evangelii Gaudium', cargada de crítica al capitalismo y que en los sectores más conservadores de Estados Unidos le ha valido críticas incluso de «marxismo». «Seguro que la leeré en el Despacho Oval cuando esté profundamente frustrado y me dará fuerza y calma», dijo Obama. «Eso espero», replicó el pontífice. Luego hubo risas cuando se cayó al suelo uno de los medallones de regalo.

En este clima Obama hizo una apertura a la combativa Iglesia estadounidense en el debate más espinoso, la reforma sanitaria que pretende obligar a los hospitales católicos a suministrar anticonceptivos y practicar abortos. Aseguró que dialogará con los obispos para buscar «el justo equilibrio entre la asistencia sanitaria y el respeto a la libertad religiosa y la objeción de conciencia». Otro 'dossier' caliente es el proyecto de una reforma migratoria que prevé endurecer las deportaciones de inmigrantes irregulares. El líder de la Casa Blanca también se puso sensible: «Una persona como el Papa, que es de América Latina, conoce bien la situación de estas personas que viven en la sombra y en muchas ocasiones son deportadas».

Obama y Francisco hablaron, con sendos intérpretes, de los conflictos actuales, de Ucrania, Siria, Líbano, Oriente Medio -el presidente de EE UU viaja hoy a Arabia Saudí y el Papa visitará Tierra Santa en mayo-, de los medios para lograr la paz y de la persecución que sufren los cristianos en estas zonas. También conversaron, relató luego Obama, sobre «los pobres y los marginados, aquellos que no tienen ninguna oportunidad». Aquí tuvo la ocasión de mostrar de nuevo un rostro humano del poder: «Los políticos tenemos el deber de encontrar políticas para afrontar estos problemas. Su Santidad tiene la capacidad de abrir los ojos a la gente para que vean este problema, porque el peligro es la indiferencia y el cinismo cuando se trata de ayudar al menos afortunado». Normalmente el Papa suele pedir que recen por él, pero fue Obama el que se lo dijo al despedirse, como si le viera como su único igual en cuanto al peso de la responsabilidad: «Le ruego que rece por mí y por mi familia, están conmigo en este camino».