YA NO DAN ENVIDIA
Actualizado: GuardarDespués de las suntuosas exequias, cada uno vuelve a su trabajo. Sobre todo el que lo tiene. Julio Camba decía, no sin razón, ni sin exageración, que todas las honras son fúnebres. Entre nosotros seguimos deplorando la ausencia de los mejores más intensamente que la presencia de los peorcitos de la clase política, que siguen ocupando las primeras filas. La más notoria ventaja que tienen los difuntos es que, aunque no puedan darnos nada de lo que pudieron prometer y prometieron, al menos no siguen dando envidia. Necesitamos admirar a alguien que no sea Messi, que es argentino, o Cristiano Ronaldo, que es portugués. Se precisan héroes nacionales y hay que excluir a los nacionalistas. Lleva razón nuestro filósofo cotidiano José Antonio Marina, que nos hace ver claro no sólo lo que estaba oscuro, sino lo que hemos emborronado nosotros, ofuscados por tanta claridad. Lo mejor que le puede suceder a un personaje real es que le consideremos fuera de la realidad. A pesar de que casi nadie lee, es magnífico convertirse en leyenda.
Los triunfadores, si mueren a tiempo o a destiempo, no dan envidia. Nos conformamos con que den ejemplo, ya que está en nuestras atareadas manos seguirlo o no hacerles el menor caso. La verdad es que tan poco le hicimos el mayor cuando creímos que eran como cualquiera, ya que tenían que afeitarse todas las mañanas. Lo que José Antonio Marina llama lúcidamente necesidad de admirar a algún político es urgente y además no tiene competencia en el gremio. No hay un cónclave que reclute mayor repulsa indiscriminada. Injustamente juzgamos a todos por las traspisondas de algunos. ¡Sálvese quien pueda, que también están todos condenados de antemano! Borges se murió confiando en que, con el tiempo, mereceríamos no tener gobiernos. No hemos llegado a esa perfección y nos limitamos a considerar que eran perfectos los que tuvimos, a condición de que hayan muerto y ya no tengan nada que ver. De momento, tenemos al ídolo, pero no sabemos cuánto durarán sus adoradores.