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Cementerio marino

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Hace ya diez años que el entonces Ministerio de la Vivienda organizó una muestra homenaje a 24 proyectos que contribuyeron al progreso de la arquitectura pese a que nunca llegaron a construirse, tales como el Velódromo de Anoeta de Candela y Piñero, el Palacio-Puente en Venecia de Louis Kahn, o el Rascacielos Horizontal para Moscú de Lissitzky. La exposición 'Arquitecturas Ausentes', cuya selección resultaba significativa pero obligadamente escasa, recorrió con éxito un extenso panorama cultural. Al recordarla es inevitable pensar en arquitecturas ausentes en nuestra ciudad, algunas porque desaparecieron, como las espléndidas: Puertas del Mar, de Sevilla y de San Carlos, demolidas a principios del siglo XX junto al resto de las fortificaciones del frente portuario. O el Molino de Vapor del Balón, de Torcuato Cayón, con su maquinaria importada de Filadelfia; el Real Colegio de Cirugía de la Armada, sustituido por el vulgar edificio de la actual Facultad de Medicina; el Asilo de Lunáticos en el Campo del Sur, reformado en 1888 por Amadeo Rodríguez; y el Cine Gades de Sánchez Esteve, en la mejor línea de la arquitectura racionalista para el cinematógrafo.

Mayor curiosidad aún producen los poco conocidos proyectos que nunca llegaron a construirse. Como las propuestas del ingeniero Antonio Durán Tovar en la época republicana para desarrollar mediante avanzados equipamientos un modelo lineal de ciudad a lo largo de Puerta Tierra. Más recientemente perdimos el Palacio de Congresos que Navarro Baldeweg proyectó en la Punta de la Soledad. Incluso a mí la periodista Carmen Morillo me califica como 'Arquitecto de Papel' por proyectos no construidos como el Paseo Marítimo de Puntales y la Rehabilitación del parque Genovés. Pero mayor interés tiene la propuesta de Eduardo Mangada de Cementerio Marino (1982), bello proyecto inspirado en el cementerio histórico de Venecia en la Isla de San Michele, y en el poema de Paul Valery, que hubiera rematado el borde sur de la ciudad mediante una isla de planta rectangular, de forma mucho más elegante que los rellenos finalmente ejecutados para instalaciones tabaqueras. Resulta paradójico que la Junta de Andalucía se opusiera atendiendo al principio de evitar rellenos que pudieran alterar el espejo de agua de la Bahía, luego maltratado para usos industriales y portuarios.