Hasta siempre presidente
La muerte de Suárez debería servir de espejo para la actual clase política, heredera de aquella que trabajó con mentalidad de Estado
Actualizado: GuardarEn el cuento de Blancanieves, la madrastra se miraba en un espejo que le respondía todos los días lo que quería oír hasta que llegó el momento que la verdad era tan evidente, que hasta el lacayo de la malvada tuvo que rendirse a la evidencia, respondiéndole con aquello que tanto desagradaba a la mala de las malas.
La muerte de Adolfo Suárez tiene esa capacidad de reflejar la realidad sin afeites, como el espejo del cuento de hadas, cuando se mira a través de la vida del expresidente y se buscan respuestas a las incapacidades de la actual clase política, enfrascada en una continua refriega estéril verbal. Hasta aquellas generaciones que no conocieron o eran demasiado pequeños sus miembros para enterarse de lo que pasaba en España durante la transición, sospechan que antaño había en este país, políticos comprometidos con una única causa, el Estado.
Muchos venían de etapas duras, cuando tuvieron que pelear por sus ideas desde la clandestinidad; otros como Suárez, procedían del Movimiento y les soplaba el viento a favor. Pero llegó el día que hubo que superar fracturas sociales producidas por una larga dictadura. Y aquel que vistió camisa azul, tuvo la valentía de anteponer el ideal de Estado a las simpatías partidistas y legalizó el Partido Comunista. Ese gesto, como dimitir porque creía que hacía más bien a su país que mantenerse en el sillón, retrata a buena parte de la clase política cuando se les enfrenta al espejo de Suárez.