ESPAÑA

La despedida a un presidente

El único precedente moderno de honras fúnebres a un jefe de Gobierno es el de Calvo Sotelo, que fue velado en el Congreso El Gobierno se pone a disposición de la familia para organizar las exequias

MADRID. Actualizado: Guardar
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A la espera de que se produzca el fatal desenlace anunciado por Adolfo Suárez Illana, el Gobierno optó ayer por mantener la agenda prevista para el jefe del Ejecutivo y sus ministros.

Fuentes de Moncloa indicaron que la Secretaría General de Presidencia se puso en contacto con la familia nada más conocer la noticia. Primero para transmitirle su apoyo en unas horas tan difíciles. Segundo, para preguntar cómo desea que se celebren las pompas fúnebres del primer presidente de la democracia. Se trata de conocer la voluntad de la familia sobre, por ejemplo, dónde colocar la capilla ardiente para que pueda ser, si así se decide, visitada por los ciudadanos.

España es un país poco acostumbrado a este tipo de actos. En sus 36 años de democracia solo ha despedido a uno de sus seis jefes de Ejecutivo. Ocurrió en 2008, tras la muerte de Leopoldo Calvo Sotelo, sucesor de Suárez en la Moncloa. Entonces, como ahora, el Gobierno dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero siguió los deseos de la familia para las exequias. Todo debió hacerse, sin embargo, de un modo apresurado ya que el fallecimiento de Calvo Sotelo se produjo de forma repentina.

Un real decreto sancionado por el Rey declaró luto oficial durante tres días, durante los que todas las banderas de los edificios públicos y buques de la Armada ondearon a media asta. Un día después del deceso, el domingo, el cuerpo de Calvo Sotelo se trasladó al Congreso. El féretro, cubierto con una bandera de España, fue transportado por la carrera de San Jerónimo por una sección de honor del Ejército del Aire y fue recibido a las puertas del edificio de la Cámara baja por la familia, el jefe del Ejecutivo, y los presidentes del Congreso y del Senado, José Bono y Javier Rojo.

Salón de Pasos Perdidos

Desde la escalinata, el ataúd fue llevado a hombros por ocho soldados del Ejército de Tierra hasta el Salón de Pasos Perdidos, donde se instaló la capilla ardiente abierta al público. Fue la primera vez desde el 23-F que militares accedían al edificio de la Cámara baja portando armas largas. Si en la primera ocasión lo hicieron para derribar la democracia, aquel día de 2008, 27 años después de la intentona golpista, fue para velar el féretro del que fue el segundo presidente de la democracia.

A lo largo de todo la jornada desfilaron ante Calvo Sotelo miles de ciudadanos anónimos. También acudieron a la capilla ardiente los Reyes, donde don Juan Carlos le impuso el collar de la Real Orden de Carlos III a título póstumo.

Al día siguiente, después de ser velado de nuevo en la localidad lucense de Ribadeo, el expresidente fue enterrado en esa localidad, de donde era oriunda su familia. Cinco días después se celebró el funeral de Estado presidido por don Juan Carlos y doña Sofía.

De momento la familia de Suárez no ha anunciado dónde será enterrado el expresidente. Una de las posibilidades es que reciba sepultura junto a su mujer Amparo Illana en la capilla de Mosén Rubí, en Ávila.

Los funerales de los jefes de Gobierno son actos inusuales en la joven democracia española. Aunque existe un protocolo de actuación para los óbitos de los expresidentes aprobado tras el fallecimiento de Calvo Sotelo, se respetará en cualquier caso la voluntad de la familia Suárez Illana. No obstante, todo indica que brindará a la ciudadanía la oportunidad de honrar por última una vez al presidente que guió los difíciles años de la Transición.