Un militar y dos trabajadores civiles ucranianos, vigilados por un soldado ruso, salen con sus pertenencias del cuartel general de la Marina en Sebastopol. :: VIKTOR DRACHER / AFP
MUNDO

Kiev asume la derrota y huye de Crimea

Rusia humilla al Gobierno ucraniano con ataques a sus bases en la península y le fuerza a anunciar un plan de evacuación de civiles y militares

SIMFERÓPOL. Actualizado: Guardar
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Rusia desafió la última amenaza de Kiev y volvió a vencer en Crimea. Después de la muerte de un suboficial el lunes en un tiroteo en un acuartelamiento de Simferópol, el Ministerio de Defensa ucraniano dio luz verde para usar la fuerza a los 14.500 soldados que resisten en la península recién incorporada a la Federación Rusa, pero en la primera oportunidad que tuvieron para acatar la orden optaron por agachar las orejas y huir.

La operación para terminar de rusificar Crimea comenzó en el cuartel general de la Marina de Sebastopol, la ciudad costera sede de su emblemática Flota del Mar Negro. El asalto a la base se desarrolló sin pegar un solo tiro y concluyó con la bandera tricolor rusa ondeando en el mástil del edificio. En esta ocasión, el factor sorpresa se nutrió de decenas de civiles, hombres y mujeres, y miembros de las fuerzas de autodefensa que constituyeron la avanzadilla y derribaron la valla de acceso para irrumpir por la fuerza en el recinto ante la impotencia de los marineros ucranianos que, pese a estar armados y tener la autorización de Kiev para emplear la fuerza, nunca llegaron a hacerlo.

Cuando los civiles y los paramilitares concluyeron su trabajo llegó el turno de los «amables hombres de verde», forma de referirse a los soldados rusos sin distintivos omnipresentes en la península, que acompañaron al vicealmirante Alexander Vitko, comandante de la Flota rusa del Mar Negro, que se presentó en la base para negociar la rendición con los mandos. Los oficiales quedaron retenidos y el comandante en jefe de la Armada de Ucrania, contraalmirante Serguei Gaiduk, fue detenido bajo la acusación de «transmitir a las unidades militares una orden proveniente de Kiev de emplear las armas contra la población civil».

Poco después de la toma del cuartel general, el Ministerio de Defensa ucraniano denunció el ataque a otra base en Novoozerne, en el oeste de Crimea, en el que las milicias prorrusas derribaron la puerta con un tractor.

Esta estrategia de 'asalto popular' al cuartel general de la Marina en Sebastopol, con su componente de humillación para el Gobierno surgido de la revuelta del Maidán, sirvió de aviso para el resto de bases en las que los militares ucranianos se resistían hasta ahora a arriar la bandera nacional. La firma del acuerdo de adhesión de Crimea a la Federación Rusa los ha convertido en fuerzas invasoras y supone una dura prueba para unos militares presos de la lucha política entre Kiev y Moscú. Los movimientos sobre el terreno llegaron acompañados de un mensaje del primer ministro crimeo, Serguéi Axiónov, que invitó a los soldados a «jurar lealtad al pueblo de Crimea» para «evitar un derramamiento de sangre y un mayor agravamiento de la situación».

Hasta el momento el conflicto sólo se ha teñido de sangre en una ocasión con el tiroteo el lunes a las puertas de una base en Simferópol. Informaciones contradictorias impiden determinar con exactitud los hechos, pero parece que finalmente fueron dos los muertos, un militar ucraniano y un miembro de las fuerzas de autodefensa. El Ministerio de Interior de Crimea detuvo ayer a un joven de 17 años a quien acusó de ser el autor de los disparos e identificó como miembro del grupo de ultraderecha Sector Derecho, uno de los baluartes de la protesta en la plaza de la Independencia, el Maidán, de Kiev.

División en el Ejército

Bajchisarai, 30 kilómetros al suroeste de la capital, es uno de los destacamentos más importantes que quedan por rendirse. Después de casi dos semanas con fuerzas de autodefensa a las puertas, «los amables hombres de verde» les toman el relevo en un momento tan delicado y llegan en camiones para rodear la instalación en la que «hay más de 1.200 fusiles, abundante munición y explosivos», según Igor Golikov, responsable de la milicia prorrusa en la ciudad.

«Estamos deseando que esto se acabe de una vez», comentan familiares que se acercan a ver a los suyos a través de las vallas, mientras que soldados entran y salen con libertad y desarmados, bajo la atenta mirada de los rusos. «Son prisioneros de Kiev, los oficiales son todos de la zona oeste del país y obedecen al Ministerio de Defensa, pero los soldados son de aquí y están a favor de cambiar de bando», afirma con rotundidad Golikov, que se dice seguro de que «todo se va a resolver de forma pacífica» y habla de «pago de sobornos» a los oficiales para mantener su lealtad.

Los rusos aplican la política de hechos consumados, con la admiración de la mayor parte de la población que se acerca a los «amables hombres de verde» y a sus blindados para fotografiarse con ellos. Ayer, Kiev trató en un primer momento de mantener las formas y el ministro interino de Defensa, Igor Teniuj, y el viceprimer ministro, Vitali Yarema, anunciaron su intención de viajar a Crimea para «poner fin a la escalada», pero las autoridades separatistas dijeron que no los dejarían entrar. Crimea ya es Rusia y ahora las visitas hay que gestionarlas directamente con Moscú.

Después del enésimo desaire, Kiev anunció un plan de evacuación para civiles y soldados hacia el este del país. Según el Gobierno, algunas regiones se habrían ofrecido ya para recibir a sus compatriotas expulsados de la península.