Decenas de vecinos de Simferópol hacen cola para retirar dinero de un cajero automático. :: M. AYESTARAN
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Crimea ultima una consulta sin censo

Ya se han imprimido 1,5 millones de papeletas y se abrirán 1.204 colegios en los que no será necesario estar registrado para poder votar

SIMFERÓPOL. Actualizado: Guardar
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Los bancos estatales de Simferópol despertaron con largas colas a sus puertas. Los rumores avivan la incertidumbre en esta recta final hacia el referéndum del domingo y «no sabemos qué pasará a partir del lunes por eso preferimos tener nuestro dinero en metálico y en casa», señala Sergei Guzenko, funcionario público de la televisión militar que espera su turno frente a la sucursal central del Banco Oschad. Esta entidad tiene fondos, pero otros bancos como el Privat han limitado la retirada diaria a 700 grivnas (unos 50 euros al cambio). Los carteles en las calles que anuncian las ventajas económicas de pertenecer a la Federación Rusa, todos con las cifras en rublos y no en grivnas, no han servido para calmar especialmente a funcionarios y pensionistas que en 48 horas pasarán de depender de Kiev a Moscú. Ocurre lo mismo con los estudiantes que mensualmente reciben la asignación de las becas a través de transferencia bancaria.

La propaganda rusa se centra en la mejor sanidad, los sueldos mayores, la gasolina más barata y las ventajas del sistema educativo que llegará con la desanexión de Ucrania. De momento no pasan de ser promesas sobre el papel y para empresarios como Artur Pokidov, representante de la marca LG, «el arranque con las dos monedas circulando y las dudas del mercado será muy duro».

«Vivo en Sebastopol, nunca me han prohibido hablar en ruso y ahora me siento amenazada sólo por apoyar la paz y estar en contra de la guerra», escribe Olga en la libreta de este enviado especial mientras un grupo de ciudadanos observa los carteles recién pegados con los sueldos que les esperan en cuanto pasen a formar parte de la Federación Rusa muy cerca del banco. Olga no se atreve a alzar la voz y por eso escribe para desahogarse en medio de un clima de creciente fervor ruso. Más que un referéndum, el domingo se celebrará un plebiscito de apoyo a la anexión a Rusia en un lugar donde no hay espacio para una campaña que diga lo contrario.

El espíritu de la Guerra Fría

Los ciudadanos de origen ruso son mayoría en la península (60%), frente a las minorías ucraniana (24%) y tártara (12%). «Pero a las buenas nunca hubiera sido posible organizar la consulta, Kiev no lo habría permitido. Por eso hemos tenido que recurrir a la fuerza, de lo contrario ya tendríamos aquí a sus fascistas para cortarnos el cuello», opina Yuri Meshkov, primer y único presidente de Crimea que después de un exilio forzado de 19 años -en los que sólo pudo realizar una fugaz visita en 2011- está de regreso y tiene aspiraciones políticas.

Sus ideas de acercamiento a Rusia le costaron el puesto y el castigo de Kiev, pero ahora es libre de volver porque quien impone la ley en Crimea es Moscú. La fuerte presencia de soldados rusos -el diputado de la Duma, Leonid Slutski, reconoció por primera vez la presencia de «unidades militares rusas» en Crimea- y de paramilitares cosacos llegados también del otro lado de la frontera han llevado a la comunidad internacional y al Gobierno de Kiev a no dar legitimidad a la consulta por desarrollarse bajo ocupación armada. La justificación de las autoridades regionales es la necesidad de defenderse de los grupos ultranacionalistas que han llegado al poder tras la revuelta en la plaza de la Independencia, por eso en las calles de la península se repiten los carteles en los que Ucrania aparece cubierta por una gran esvástica.

Pese a la negativa frontal del ministerio de Justicia, que considera ilegal el proceso, la maquinaria está en marcha y la comisión electoral trabaja sobre el registro de votantes de las elecciones parlamentarias de 2012. Se han imprimido más de 1,5 millones de papeletas y las autoridades regionales abrirán 1.204 colegios y no será necesario votar en el lugar donde cada uno esté censado. La logística está lista para una cita en la que no se espera observación internacional tras las críticas lanzadas por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), cuyo emisario especial para Ucrania, Tim Guldimann , destacó que es «casi un milagro» que no se haya producido un baño de sangre en Crimea.

Con el paso de las horas el ambiente se calienta con la espera y la duda de saber si quedará dinero o no en el banco. «Todo está bien, el único problema sois los periodistas pagados por Estados Unidos que habéis venido a provocar», opina una señora de avanzada edad señalando al extranjero y pidiendo al resto de la cola que no acepte preguntas. Un diálogo típico de la Guerra Fría cuyo espíritu sobrevuela 23 años después esta península del Mar Negro.