![](/cadiz/prensa/noticias/201403/09/fotos/8188207.jpg)
China prepara la pista de aterrizaje
La Asamblea Nacional Popular sienta las bases del nuevo modelo económico que busca transformar al país con crecimientos menores Pese a la desaceleración, invertirá 8.500 millones en infraestructuras y creará 10 millones de empleos más
SHANGHAI. Actualizado: GuardarSe acabaron las tasas de crecimiento de dos dígitos y el imparable auge de las exportaciones. China ya no es el país del 'todo a 100', y muchos empresarios avanzan que, si la mano de obra continúa encareciéndose al ritmo actual, la segunda potencia mundial también dejará de ser la fábrica del mundo. Los dirigentes chinos son conscientes de los retos que entraña la coyuntura actual y, por eso, estos días están delineando con cuidado el rumbo que tomará ahora el país.
Desde el miércoles se celebran en Pekín las reuniones anuales de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y de la Asamblea Popular Nacional -el Parlamento-, que reúnen a más de dos mil delegados procedentes de los cuatro puntos cardinales del país. El objetivo es preparar a China para la transformación socioeconómica que necesita para continuar teniendo éxito.
El primer ministro, Li Keqiang, desveló algunos de los puntos más importantes en su intervención. En lo macroeconómico, confía en mantener un robusto crecimiento del 7,5% para el conjunto de la economía -dos décimas inferior al de 2013- y una tasa similar para el comercio. Sin embargo, pretende también mantener controlado el déficit público en 160.000 millones de euros -2,1% del PIB y 18.000 millones más que el año pasado-, al tiempo que la inflación no supere el 3,5%.
A pesar de la desaceleración, el Gobierno invertirá casi 8.500 millones de euros en grandes proyectos de infraestructuras, y ve posible crear 10 millones de nuevos puestos de trabajo. Resulta algo indispensable para evitar tensiones sociales y mantener la tasa de desempleo urbano en un máximo del 4,6%.
Ese último objetivo se plantea especialmente difícil porque la presión demográfica sobre el asfalto resulta brutal. Los propios dirigentes chinos han acuñado el plan de los 'tres 100 millones' para proporcionarle una válvula de escape: concederá la residencia urbana a 100 millones de emigrantes rurales, rehabilitará barriadas en las que ahora viven otros 100 millones de personas y regulará el proceso de urbanización en pueblos tanto del centro como del oeste del país en los que habitan 100 millones de chinos más.
Eso sí, para que estos últimos también estén más cerca de la igualdad de condiciones, las universidades de élite aumentarán en un 10% las plazas reservadas para alumnos sin recursos. Y, finalmente, el Gobierno pretende reducir en 10 millones el número de habitantes que están por debajo de la línea de la pobreza. Lo hará en los próximos 12 meses.
Sin duda, las cifras en China siempre marean. Los planes siempre se desarrollan en superlativo, y también son monumentales los problemas a los que pretenden dar solución. El de la burbuja inmobiliaria es uno de los más preocupantes. El precio de la vivienda continúa disparado -crece por encima del 20% anual en las principales ciudades-, y las medidas para desinflarla lentamente -como la restricción en la concesión de créditos- no parecen haber tenido el efecto deseado.
El año pasado se construyeron en China nada menos que 4.860 millones de metros cuadrados, pero sólo se vendieron 1.160 millones. Así que, ahora, los líderes de Pekín se enfrentan a un dilema: cómo hacer que la vivienda sea accesible para todos los ciudadanos sin airar, a la vez, a poderosos inversores que han apostado grandes sumas en el sector inmobiliario. De momento, varios expertos consultados por la agencia oficial Xinhua esperan que la tendencia al alza continúe hasta 2016.
Reforma financiera
Otro de los grandes asuntos económicos del año será la reforma financiera y la gradual internacionalización del yuan. Para ello cobrará especial relevancia la nueva Zona de Libre Comercio de Shanghái, el laboratorio en el que se probarán baterías de medidas como la recién aprobada relajación en el control del movimiento de capitales o la liberalización de los tipos de interés que, si dan los resultados esperados, serán copiadas en todo el país. De momento, Li Keqiang ha prometido ahondar en las reformas económicas y abrirse aún más al mundo para conseguir que el crecimiento económico esté propulsado por el consumo interno, y no por la inversión extranjera y las exportaciones.
Los delegados de la Asamblea tampoco se olvidan de una de las grandes lacras que lastra la economía: la contaminación. Las altísimas concentraciones de partículas no sólo restan atractivo a las ciudades que tratan de captar talento y empresas extranjeras; también se estima que tienen un elevado precio. Concretamente, en torno al 10% del PIB y la muerte prematura de más de medio millón de personas cada año.
«La polución es la luz roja de la naturaleza contra un modelo de desarrollo ineficiente y ciego», reconoció Li en la lectura del informe anual sobre el progreso del país. «Los esfuerzos para proteger el medio ambiente son muy importantes para la vida de la gente y para el futuro de la nación china», apostilló el primer ministro, quien tampoco obvió el «elevado» coste económico que todo ello supondrá para las arcas del Gran Dragón.