'8 apellidos vascos', o el tortuoso camino del amor Norte-Sur
Dani Rovira intenta conquistar a Clara Lago en una película de Emilio Martínez Lázaro que se ríe de los mitos nacionalistas y del choque cultural
MADRID. Actualizado: GuardarGracias a 'Vaya semanita', el programa de humor de la ETB, un 'borroka' como secundario cómico no llama tanto la atención. Aquel programa fue pionero en desechar toda la trascendencia del discurso político y abrir los ojos a algo tan evidente como la sociología de lo vasco o, si se prefiere, lo 'abertzale'. '8 apellidos vascos' se ríe desde su mismo título de los mitos nacionalistas y del choque cultural. También de esa cotidianidad fundamentada en los prejuicios y en la observación.
Toda su parte inicial es como un concentrado de tópicos puestos en la picota, del forro polar y la ropa de monte 'borroka' al flequillo femenino y esa frialdad tan vasca. «Dormir con una vasca tiene el mismo mérito que tirarse a una de Málaga tres veces», espetan los amigos andaluces al protagonista, un sevillano capillita y bético del barrio de Santa Cruz (Dani Rovira), que se hace pasar por vasco ante el padre de su arisca amada (Clara Lago). Junto al chascarrillo chusco de barra de bar una poderosa imagen onírica: el protagonista sueña en el autobús de Alsa que sale de un túnel y llega a un País Vasco cual Mordor bajo rayos y truenos.
La 'herriko taberna' como escenario de una comedia romántica no deja de producir risas nerviosas. Las banderas de 'Euskal Presoak Euskal Herrira' tampoco son un atrezzo tan habitual en el cine español. Emilio Martínez Lázaro, director de 'El otro lado de la cama', se limita a dirigir con desgana un guion del que proceden los mayores aciertos de este filme con vocación taquillera (cuenten las veces que han visto el tráiler en Telecinco). «Hasta la independentzia y más allá», se escucha en un momento dado de una comedia simpática y amable, falta de chispa y desmadre, defensora de que el nacionalismo se cura en la cama.
El huracán Karra Elejalde se come la pantalla forzando acento euskaldun y bordando eso tan autóctono de reprimir las emociones. El primer encuentro entre padre e hija es ejemplar: un «aúpa» sin tocarse y a hablar del sirimiri. Su personaje es como el Robert de Niro de "Los padres de ella", obligando a pasar pruebas a su futuro yerno para confirmar su vasquidad: hablar euskera, zamparse un chuletón, ir de manifa... Dani Rovira, malagueño en la vida real, aprovecha el papel que puede meterle en el cine; Clara Lago esfuerza el acento, aunque no puede evitar ser demasiado guapa para aparecer como una neska seca y borde.
Cobeaga y San José arriesgan en el dibujo de uno de los personajes secundarios encarnado por Carmen Machi, una viuda de guardia civil que se revela un hada lúbrica y generosa que encandilará al patrón del "Sabino Hiru". Ahí se entrevé la película más atrevida y sugerente que quizá habría salido si el autor de "Pagafantas" se hubiera animado a dirigirla. Con todo, no hay que restarle méritos a "8 apellidos vascos", una farsa con altibajos, que oscila entre lo tronchante y lo pelín vergonzoso, y con un actor eminente, Karra Elejalde, que en definición de Cobeaga resulta tan vasquísimo que te rompe el Euskobarómetro él solo. A la espera de que el donostiarra ruede la esperada "Fe de etarras", "8 apellidos vascos" hace por la normalización más que mil discursos políticos.