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NOS RENDIMOS

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Queda el derecho al pataleo: la congelación de dos fábricas de vodka en Nueva York y la detención de un jerarca heroinómano en Málaga. Obama y la UE dejan lo demás en manos de Dios. El 'party' segregacionista bajo la batuta militar del Kremlin se celebrará el fin de semana, y ya existe un antecedente cuando tropas militares rusas invadieron Abjasia y Osetia para quedarse.

No importa que un importante número de crimeanos manifiesten su deseo de conseguir mayor autonomía y derechos sin renunciar a su nacionalidad. Con la segregación anunciada pasan unos a mirar a Ucrania como un apetitoso hueso y otros al Kremlin, principio de la resurrección del nuevo imperio zarista, con la entronización del lunático Vladímir. Ni el referéndum ni el voto será reconocido, pero nadie va a exigirle el ADN. El martes Putin, maestro de intriga, daba un paso atrás en la confrontación. El miércoles los europeos amagaban sin dar, dejando a Obama como un abanderado después del cañonazo pirata. El jueves el zorro plateado cayó en la cuenta de que los compromisos de solidaridad de Occidente eran una patraña: tomó la llave de la región y se instaló en ella de 'okupa'. En la reunión de los jefes de la UE debió de correr la cerveza, el camino era de hermandad y contemporización con Rusia. Putin había logrado su propósito: redefinir las fronteras de Europa a su mayor gloria. Se lo dijo ayer a Obama: sería lamentable que rompiésemos relaciones por una pequeña región. Ya estamos al borde del precipicio, condenados a aquello que nos resistíamos, dar pasta a Ucrania. Y siempre dos pasos por detrás del zar. Putin está libre de trabas exteriores y las élites pesebreras de Moscú, ansiosas por complacer a su presidente.

¿A quién importa ya un referéndum con el cañón de un tanque asomando por la ranura de la urna? El resultado será una frontera destartalada y variopinta de grandes minorías: tártaros, musulmanes y ucranianos étnicos, lanzados por la borda de la UE y abandonados a su suerte. Al Gobierno de Kiev le han puesto bozal para que no pronuncie el descenso a la locura. Los estadounidenses han emitido una orden ejecutiva con prohibiciones de visado y congelación de bienes al círculo karateca de Putin. Hasta ahí la historia. Queda la UE con un palmo de narices y una guerra fratricida en ciernes a su puerta. Putin ha dejado a Merkel como quien deja a la novia al pie del altar el día de la boda. La península forma parte ya, de hecho, de la Federación Rusa. La ilegalidad ¿a quién importa? Los castigos no son en razón a su insolencia, sino para animar la contención.

Se piensa que con Crimea en el bolsillo, dejará en paz al resto de Ucrania. Pero, amigo, es el corazón histórico y religioso de Rusia y aspira a una reconstrucción del imperio. Además, ¿quiere de verdad la Unión Europea convertir el agujero de pobreza y corrupción endémica de Ucrania en una Arcadia feliz para dar envidia a sus vecinos? Aun así, ¿podrá el talonario de tío Gilito con la pasión de Vladímir?

Desde ahora declaro mi más absoluto desaliento.