Sobre la madurez
Actualizado: GuardarNecesitamos una personalidad, un ego, alrededor de la cual madurar, pero se trata esta de una personalidad prestada, producto de la cultura en que crecemos y condicionada por la visión de nuestros padres, de su religión, de la sociedad en general que nos cría. Hemos de reconocer, por tanto, este periodo como lo que es, un mero periodo de formación básica que no debe hipotecar, en absoluto, nuestro desarrollo futuro. Debemos, así, desprendernos de esa personalidad prestada, ese ego falso, para que pueda surgir nuestro verdadero yo, nuestra verdadera esencia.
Madurar no es crecer en edad, sino que supone tomar contacto con nuestro interior, debiendo abandonar para ello la protección de ese caparazón exterior, protector y necesario durante nuestros primeros años de inconsciencia, o menor consciencia. Siguiendo ese camino, empezamos a vivir la vida con mayor soltura, comprendiendo poco a poco mejor la naturaleza de las cosas, los frenos que tenemos y no son nuestros, que otros nos han impuesto; las etiquetas, falsas, que intentaban definirnos, que nos limitaban, pero que ya no podemos aceptar. Así, sin prisa pero sin pausa, vamos creciendo en inteligencia y experimentando la vida cada vez con mayor libertad y con alegría auténtica. La madurez, por tanto es, más que un proceso de adquisición, uno de vaciado, para poder experimentar otras realidades, menos atadas a lo material, más elevadas. Durante este proceso, vamos cambiando y aquilatando nuestra valía personal.