Manifestantes sostienen velas en señal de recuerdo por los fallecidos en los enfrentamientos con la Policía en Kiev. :: BULENT KILIC / AFP
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La acorazada llave del sur de Rusia

La península de Crimea es estratégica para Rusia por albergar su mayor Flota y a más de 18.500 militares que blindan su frontera

SEBASTOPOL. Actualizado: Guardar
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Hace cuatro años, cuando las autoridades de Kiev y Moscú renovaron el acuerdo de arrendamiento de la Flota del Mar Negro en Sebastopol, el que fue comandante en jefe de esa formación, el almirante Ígor Kasatónov, declaró que «Rusia nunca se irá de Sebastopol». El convenio, firmado el 21 de abril de 2010, prorrogó la permanencia de la Marina rusa en el enclave hasta 2042. Fue entonces cuando advirtió Kasatónov: «2042 no es la fecha final de la presencia de la Flota del Mar Negro en Crimea. La Armada rusa se quedará para siempre en Sebastopol porque juega un papel estratégico y vital en la defensa de la frontera sur de Rusia».

Desde 1783, Crimea ha sido un enclave esencialmente ruso. La península pasó a formar parte del Imperio Ruso durante el reinado de Catalina II y, salvo un pequeño período transitorio durante la guerra de Crimea de 1853-1856, continuó siendo rusa hasta que, en 1954, la dirección comunista de entonces decidió que la península dependiera administrativamente de la República Federada Socialista Soviética de Ucrania. Ya para esa fecha, la Flota del Mar Negro de la URSS estaba amarrada en Sebastopol.

Hasta la desintegración de la Unión Soviética, Crimea -donde viven dos millones y medio de personas- continuó siendo rusa y hoy en día la situación no ha cambiado sustancialmente. Casi el 70% de sus habitantes son étnicamente rusos, algo más del 10% son tártaros y el 20% restante son ucranianos en su mayoría, aunque hay también armenios y representantes de otros pueblos del Cáucaso.

A partir de 1992, la Flota del Mar Negro pasó de ser soviética a ser rusa. Ucrania heredó algún barco destartalado, pero la base principal de Sebastopol quedó en manos del Kremlin, cuya Armada utiliza además el puerto de Feodosia, también perteneciente a la región autónoma. De las cuatro flotas de la Marina rusa, la del Norte, Báltico, Pacífico y Mar Negro, esta última es, según los especialistas, la más numerosa e importante desde el punto de vista estratégico. Integra medio centenar de navíos de guerra -acorazados, fragatas, submarinos y dragaminas- y casi un centenar de aviones, mientras la base de Sebastopol acoge a 18.500 efectivos, entre militares y técnicos, además de sus familiares.

El director de la radio moscovita, Alexéi Venedíktov, comentaba esta semana que el presidente Vladímir Putin «afronta una difícil disyuntiva». No en vano, debe elegir entre encajar la derrota que ha supuesto para Moscú la caída de Víctor Yanukóvich en Ucrania, exponiéndose así a que unas malas relaciones con las nuevas autoridades del país vecino lleven a que Rusia pierda la base de la Flota del Mar Negro en Sebastopol o tomar medidas expeditivas para evitarlo con el consiguiente riesgo de que aumente la confrontación con Occidente y se vea abocada al aislamiento.

Éxitos eclipsados

Los expertos señalan que los últimos éxitos cosechados por Putin en la escena internacional -como evitar una intervención aliada en Siria y el comienzo de las conversaciones de paz, el haber logrado reconducir la situación en torno al programa nuclear iraní y el escaparate que han supuesto los Juegos Olímpicos de Sochi- han quedado eclipsados después del fracaso sufrido tras el derrocamiento de Yanukóvich, que era la apuesta del Kremlin, al menos desde el pasado diciembre.

Venedíktov subraya que no se puede envidiar al líder del Kremlin porque el dilema que tiene que resolver no permite salvar la cara con alguna medida intermedia que solucione el asunto de la presencia militar rusa en Sebastopol sin aspavientos y sin tensión con Estados Unidos y la Unión Europea.

Lo que se ventilaba para Rusia a nivel estratégico en lugares como Nagorno Karabaj (Azerbaiyán), Transdniester (Moldavia) o las provincias georgianas de Abjasia y Osetia del Sur tenía una importancia infinitamente menor que en Crimea y, sin embargo, no dudó en utilizar su Ejército. Los casos más claros y recientes atañen a Georgia, país que ha quedado privado de dos importantes territorios.

El método para arrebatar las regiones está perfectamente experimentado. Consiste en lograr que la población local se levante contra el poder central, en el caso de Ucrania contra la Rada (Parlamento). Después, cuando las autoridades del país amenazado de desintegración emplean sus tropas contra la guerrilla local, formada bajo los auspicios de Rusia -en Crimea se les denomina grupos de autodefensa- y empieza a derramarse la sangre, Moscú invoca la necesidad de defender a sus «compatriotas».