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Abajo el telón, arriba el telón

La última gran noche en el Falla anuncia una fiesta que parece tener el mayor poder de convocatoria turística del que haya gozado en su larga historia

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El Carnaval de Cádiz vive esta noche ese momento tan particular de transición. Empieza una fiesta que llenará las calles de multitudes y lo hace con un ceremonial que encierra a todos en un teatro, o en casas llenas de reuniones de amigos y familia, para ver la última sesión, la decisiva, del Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas. Una vez que pase esta madrugada de cena, chucherías y bebidas frente a un televisor, o entre un aforo enfervorizado, tocará el relevo. Tras un mes pendientes de un recinto cerrado, la ciudad se abre y se desborda. Una masa humana, similar al menos a su población habitual, la tomará durante el sábado. Buena parte se quedará el domingo y el lunes cuando empiezan los rituales esenciales, los únicos verdaderos y distintivos, protagonizados por los coros en los carruseles y por las chirigotas callejeras donde les dé la gana. El hecho de que las reservas alcancen al menos el 90% de los alojamientos disponibles, con los mayores dispositivos de transporte nunca conocidos, muestran que la fiesta tiene el mayor poder de convocatoria turística del que haya gozado en su larga historia, a pesar de que este año hay malos pronósticos climatológicos.

Bien es cierto que todas las grandes fiestas españolas reciben un número de visitas nunca conocido antes debido a la universalización del hábito de viajar, del ocio, antaño reservado a unos pocos afortunados en lo económico. Pero también es cierto que el Carnaval conserva un atractivo particular e imbatible. Gracias a la participación de miles de gaditanos, en grupos que van al certamen o que sólo salen a la calle, se perpetúa y agranda una tradición oral y satírica incomparable, particular y colectiva que resulta un imán irresistible.