El Papa Francisco saluda a Ratzinger en la basílica de San Pedro durante el nombramiento de 19 cardenales. :: EFE
Sociedad

Dos papas en público juntos

Ratzinger asistió en San Pedro a la ceremonia de creación de 19 nuevos cardenales de Francisco

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Mario Bergoglio y Joseph Ratzinger, Francisco y Benedicto XVI, siguen construyendo paso a paso la normalidad de una situación extraordinaria, la convivencia de dos papas. Continúan improvisando ese protocolo que sentará el precedente y servirá de guía para los pontífices venideros, cuando ya se haya hecho todo lo que hasta ahora era inédito tras la dimisión de un Papa. Ayer, por sorpresa, participaron por primera vez juntos en un acto público, la ceremonia para la creación de los 19 nuevos cardenales nombrados por Bergoglio.

Es la quinta vez que los dos pontífices se ven, pero la primera ocasión en que lo hacen públicamente. Desde luego es la más relevante después de la histórica primera vez en Castelgandolfo, el 23 de marzo de 2013. Este goteo de encuentros preludia una costumbre que seguirá siendo periódica hasta que deje de ser noticia, que es quizá el objetivo final. No deberá sorprender que, a partir de ahora, Ratzinger aparezca en los actos importantes. De entrada, el portavoz vaticano, Federico Lombardi, no lo ha descartado el próximo 27 de abril, fecha de la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII.

Ha sido la primera salida oficial del Papa emérito, de 86 años, de su retiro. Entró antes del acto, celebrado en la basílica de San Pedro, y se sentó con los purpurados. Cuando llegó con la procesión, Francisco se apartó un momento y fue a saludar a su predecesor, que se quitó el solideo cuando se acercó. Se dieron un abrazo e intercambiaron algunas palabras. Luego Ratzinger asistió a la misa.

Daba cierta impresión ver de nuevo a Benedicto XVI, de blanco, entre los mantos rojos de los cardenales. Rodeado de gente tras más de un año solo y escondido del mundo. Reencontrando probablemente entre esas caras aquellas de quienes le hicieron la vida imposible y acabaron por llevarle a la renuncia. Pero aún más curioso fue verle escuchar por primera vez, cara a cara, a su sucesor y contemplarle en acción, un privilegio que ningún pontífice ha tenido antes que él en 2.000 años de historia de la Iglesia. Ratzinger seguía la intervención como uno más, sin ser ya la autoridad suprema que marca el camino o de quien los demás esperan que lo haga. Desde su dimisión tal vez haya sido el momento más importante, la vuelta a la comunidad de cardenales, precisamente en el día que se nombran algunos nuevos, para hacer ver que torna a su anterior condición, previa al papado, de forma natural. Como un jubilado más. De hecho estaba sentado en el banco de la primera fila, como primero entre los purpurados. Es otro matiz que se añade a la figura del pontífice en esta profunda revisión que Ratzinger y Bergoglio están llevando a cabo. Fue Francisco quien le invitó a la ceremonia.

Ante su predecesor y los cardenales, el Papa hizo una nueva llamada a rechazar «la mentalidad del mundo», el mismo tema que precisamente abordó en su primer discurso tras ser elegido. «Si prevalece la mentalidad del mundo, aparecen la rivalidad, las envidias, las facciones...», advirtió, en una clara referencia a los escándalos de la era final de Benedicto XVI. Que propiciaron la dimisión y la actual revolución en marcha del pontífice argentino. Como antídoto a ese mal, Bergoglio insistió en seguir a Cristo, «que no es una filosofía, una ideología, sino un camino que se aprende caminando», y en el servicio a los demás, «para anunciar el Evangelio en toda ocasión oportuna e inoportuna». También tuvo un recuerdo para los cristianos que sufren persecuciones y discriminación en el mundo.

En San Pedro estaba presente buena parte del colegio de cardenales, salvo los más ancianos y enfermos. Con esta nueva hornada, en total ahora asciende a 218 miembros, de los cuales 122 tienen menos de 80 años y participarían en un hipotético cónclave. Entre los 19 investidos ayer, tres superaban esa edad. Uno de ellos era el único español que recibió ayer la púrpura, Fernando Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona y Tudela, de 84 años. Con él los cardenales españoles suben a diez, si bien sólo cinco participarían ahora en un cónclave: Antonio Cañizares, Lluis Martínez Sistach, Antonio María Rouco Varela, Santos Abril y Castelló y Carlos Amigo Vallejo.

Otro de los tres nuevos cardenales no electores fue Loris Capovilla, de 98 años, histórico secretario personal de Juan XXIII, otro gesto de reconocimiento de Francisco hacia el llamado 'papa bueno'. Capovilla no acudió ayer a Roma, dada su avanzada edad, y recibirá la birreta y el anillo cardenalicio en los próximos días en su residencia de Bérgamo. Tampoco participó plenamente en la ceremonia el costamarfileño Jean-Pierre Kutwa, que asistió en silla de ruedas y no se acercó al altar para recibir el nombramiento. Cuando pasaron todos, fue el Papa el que llegó hasta él.