ESPAÑA

«Ese es mi papá... Pero mi hermanita está dentro»

Mueren tres mujeres y tres niños de una familia por inhalación de humo en una casa rural del municipio burgalés de Tordómar

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Toñi tardará en olvidar el llanto desgañitado y perdido del pequeño Luis. Con solo siete meses y abrazado a su madre se deshacía en lágrimas ante lo que a buen seguro no llegaba a entender. Dolores, su mamá, gritaba y no paraba de moverse en la carretera pidiendo a los vecinos que por favor sacaran a sus familiares de la casa rural 'Ribera del Arlanza', donde habían ido a pasar un fin de semana juntos. Mientras dormían, una gran masa de humo tóxico había devorado las tres plantas del inmueble al parecer provocado por una chispa que saltó al sofá. Inicialmente se barajó la hipótesis de que la hubiera provocado la chimenea francesa del salón, ubicado en la planta baja de la casa, pero según fuentes próximas a la investigación, no había restos de que se hubiera encendido. Quizá una colilla o algo similar provocara la tragedia que ha segado la vida de esta familia asturiana, aunque las causas todavía se están investigando. La autopsia reveló que murieron por asfixia por inhalación de gases.

Eran casi las dos de la mañana cuando la vecina de enfrente a la casa rural, Toñi, recorrió con celeridad los pocos metros que le llevaron a cruzar la carretera. Cogió al pequeño Luis mientras Dolores gritaba «¡A mi madre, a mi madre!» señalando hacia la casa y pidiendo ayuda para María José, de 59 años, que se encontraba dentro de la vivienda. Es una de las tres mujeres fallecidas en el siniestro, junto a sus dos hijas, María (36 años) y Almudena (35 años), y tres de sus nietos, de tres, cuatro y seis años. El resto de los familiares, sus tres yernos y los otros dos nietos, fueron trasladados al Hospital de Burgos con heridas de diferente consideración. Dos de los hombres tenían quemaduras; el tercero, -el único capaz de escapar del humo y saltar por una ventana, que fue el que dio la voz de alarma en el pueblo- fue sometido a tratamiento psicológico tras conocer que había perdido a su mujer y sus dos hijos, y los dos menores recibieron el alta al mediodía de ayer.

Ayuda de los vecinos

Sin dejar de abrazar al pequeño Luis, como si de su mismo hijo se tratara, Toñi cogió a Lola, la niña de cinco años asustada y temblorosa que solo alcanzaba a señalar hacia el hombre que corría y asegurar «es mi papá. Pero también tengo una hermana», advertía sin la necesidad de dirigir su mirada hacia la casa de la que había salido la pequeña. Ya en la ambulancia, los sanitarios trataron de calmarla preguntándole en qué calle vivía pero la niña solo atendió a decir «en una casa de Gijón».

Muy nerviosa lo recordaba seis horas después esta vecina de Tordómar que fue despertada pocos minutos antes de las dos de la mañana por su hijo Raúl. «Dejadme una escalera, que se está quemando la casa rural», alcanzó a decir este joven de 34 años que había acudido a auxiliar a los nuevos inquilinos. Había salido corriendo del bar Pescador, ubicado en la misma línea de la carretera y a escasos cincuenta metros del lugar del siniestro, y lo hizo después de que llegara hasta allí el único hombre que consiguió salir ileso de la casa rural. «Gritaba en calzoncillos» por toda la carretera, explicaba Toñi, que minutos después le entregó un pantalón de otro de sus hijos para que el hombre se abrigara. La escarcha, que entrada la mañana pintó de blanco toda la comarca ya había empezado a caer y los termómetros a esa hora marcaban cifras en rojo.

Con Raúl, estaban en el bar Pescador varios jóvenes de la localidad que se suelen reunir allí todos los fines de semana por la noche. Entre ellos se encontraba el dueño del bar, Dani (35 años), con José Manuel (26 años), y Yoli (22 años), entre otros. Todos abandonaron inmediatamente el local para atender la llamada del hombre que, desesperado por la angustia, gritaba auxilio de una forma dolorosa. «Los primeros que entraron en la casa fueron Dani y Yoli», cuenta Toñi, que no puede ocultar su impotencia por no haber podido hacer más. «Yo les di toallas mojadas para que se las pusieran en la boca. Trataron de abrir la puerta pero fue imposible. Al final, vinieron a por una escalera y rompieron la ventana de la parte abuhardillada para poder entrar». Previamente habían cogido martillos y porras para realizar esa labor. «Solo había humo; nos tuvimos que volver a por linternas porque no se veía nada», le relató otro de los jóvenes, Óscar, a algunos de sus vecinos.

Una vez dentro, Dani y otros compañeros consiguieron sacar uno de los cuerpos sin vida de una niña. «Están muy afectados», relataba horas después su hermano Javi, que recibió su llamada a las tres de la mañana mientras estaba trabajando en la fábrica de purines de la localidad, advirtiéndole de que se encargara de cuidar a su madre para que no se enterara de nada. Hacía poco tiempo que la tragedia había tocado también sus vidas, y los dos hijos acompañan a su madre en el bar y en el dolor. El mayor de los dos hermanos estaba siendo trasladado al Hospital de Burgos para someterse a un reconocimiento médico ante la posibilidad de que todo el humo que tragó pudiera provocarle alguna dolencia. Pasadas las diez de la mañana ya estaba de nuevo en el pueblo. Había explicado a la Guardia Civil lo que había visto y, con el lógico cansancio de una noche de tanto dolor, apostó por descartar hablar con nadie y marcharse a descansar.

Tres días de luto

Mientras en su bar, los primeros cafés de los vecinos se fueron salpicando con la llegada de los periodistas. La dueña, Delia, atendía a todos por igual. Mantenía pequeñas conversaciones con los más allegados que no podían disimular el asombro que les había provocado la tragedia. La gran mayoría de ellos no se habían enterado y así se lo comentaban unos a otros en un ordenado bullicio que solo se rompió en la mañana de ayer, cuando la televisión volvía sobre el foco de la noticia.

El pequeño Luis, ya recuperado y en casa, crecerá sin saber que aquella mujer que le abrazó con tanta fuerza una fría noche de febrero, nunca olvidará el agudo llanto de la criatura ni el reflejo que provoca el dolor en el rostro de una niña de solo cinco años.