El norcoreano Lee Yun-geun se abraza con su hermana. :: REUTERS
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Cuando trabaja la diplomacia

Las familias coreanas se reencuentran entre lágrimas tras seis décadas separadas por la frontera que dividió al país en dos

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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Los conflictos más enquistados, y también los de peor solución, suelen ser los que se dan en el seno familiar. Y buen ejemplo de ello son, sin duda, los que protagonizan las dos hermanas de la península de Corea, técnicamente en guerra desde 1950, y los dos territorios que llevan la palabra China en su denominación: la República Popular China que instauró Mao Zedong en 1949 y la República de China, a secas, que se conoce como Taiwán.

En ambos contenciosos, la tensión ha sido siempre el denominador común de unas relaciones potencialmente desestabilizadoras para la región. Sin embargo, estos días la casualidad ha querido que hayan coincidido en el tiempo los frutos del trabajo diplomático.

Y eso que Corea del Norte mostró su enfado ante el anuncio de que las maniobras anuales que celebran de forma conjunta Estados Unidos y la Corea capitalista comenzarán el día 24 y concluirán el 18 de abril. Afortunadamente, el pataleo, también anual, no pasó de la retórica habitual y no impidió que los líderes de ambos países celebraran una reunión al más alto nivel desde 2007 con el fin de acercar posiciones. Después de que las conversaciones hayan llegado a buen puerto, las decenas de miles de familias que quedaron separadas por la guerra, y que rara vez han podido abrazarse de nuevo, tuvieron la oportunidad de volver a hacerlo ayer en el complejo turístico del monte Kumgang.

Uno de ellos fue el surcoreano Choi Pyeong-kwan, que era una niño cuando su padre fue reclutado por Corea del Norte y formó una nueva familia en el país vecino. Según contó a los medios presentes en el emotivo e histórico reencuentro, ahora se sentirá «menos solo». A sus 85 años pudo conocer a sus hermanos, de los que hasta ahora desconocía incluso su existencia.

Gracias al acuerdo alcanzado en cumbres similares, entre 2000 y 2010 más de 21.000 coreanos, en su mayoría ancianos que llevaban décadas sin verse, como es el caso de Choi, pudieron reunirse durante unas horas para darse una despedida definitiva. Pero, hace cuatro años, el bombardeo de la isla surcoreana de Yeonpyeong dio al traste con el programa, uno de los pocos que, junto al del centro industrial de Kaesong, permite a los ciudadanos de ambos países cruzar la impermeable frontera trazada a lo largo del paralelo 38.

Curiosamente, las dos Coreas tienen como objetivo último la reunificación. De hecho, Seúl incluso cuenta con un ministerio dedicado a ese fin, pero la realidad demuestra que el proceso sería incluso más difícil que el vivido en Alemania tras el derribo del muro de Berlín: Corea del Sur es una democracia capitalista moderna, cuyo bienestar y nivel de vida resultan comparables a los de la UE; Corea del Norte, sin embargo, está regida por el único régimen comunista hereditario del mundo, tiene la renta per cápita más baja de Asia, y su población sufre hambrunas periódicas.

Menos acusadas son las diferencias que separan a las dos Chinas. De hecho, el recién adquirido estatus de segunda potencia mundial del país comunista ha hecho que la isla capitalista que los portugueses bautizaron como Formosa haya rebajado sus aspiraciones independentistas y se haya acercado a Pekín. En este clima de entendimiento, el martes de la semana pasada se celebró en Nanjing, capital de la provincia oriental de Jiangsu, una reunión histórica: estrecharon su mano los dignatarios de más alto rango desde que los comunistas propiciaron la escapada de los nacionalistas de Chiang Kai-shek a Taiwán.

Como sucede en el caso de Corea, China y su 'provincia rebelde' también cuentan con organismos semioficiales destinados a impulsar las relaciones bilaterales con la reunificación en mente. Y parece que cumplen su función. Desde que Ma Ying-jeou, perteneciente al partido del Kuomintang, llegó al poder en Taiwán en 2008 se han establecido vuelos de línea regular entre ambos territorios, los turistas chinos han comenzado a visitar la isla de forma individual, y la dependencia empresarial ha crecido exponencialmente.