opinión

CARNAVAL CON PASAPORTE

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Hay quien dice que internet se ha cargado el Carnaval. Que es mejor preparar pasodobles dedicados a Obama que a Teófila porque lo ideal es que esa letra se convierta en viral en las redes sociales, en un mensaje de lucha que no tenga fronteras y sea como una canción protesta universal. Que ahora los autores buscan más el beneplácito de los aficionados de fuera que de los de casa. Pero sin embargo creo que ocurre todo lo contrario. El soporte digital puede hacer más grande la fiesta que nunca. Más amplia y grandiosa. Ahora, las palabras no se quedan sobre las tablas o en los televisores y radios de la provincia, sino que puede viajar hasta donde lo quieran escuchar. En eso pensaba yo que consistía. En subir el telón y abrir la puerta a la crítica, al arte, como auténticos foros de opinión que despierten a los dormidos y animen a seguir luchando, a sofocar con risas a los dañados y a decir alto y claro aquello que escuece. Sin pedir antes la partida de nacimiento y pensando que cuanto más lejos llegue, mejor. Más aún cuando se quiere convertir esta fiesta en Patrimonio de la Humanidad, con todos los beneficios sociales, culturales y económicos que conlleva. Decir por tanto que el Carnaval de Cádiz es cada vez menos de Cádiz, en mi opinión, es una catetada. Lo auténtico no se lo carga internet. Lo auténtico se lo carga el que hace mal uso de los recursos con los que cuenta. Darle la espalda a los nuevos soportes o verlos como una amenaza es bastante torpe. Actualmente se lee, escucha y ve más que nunca. Y no sólo lo hace uno mismo sino que además lo comparte si le gusta. Eso no es malo. Es una oportunidad. El problema viene cuando se confunde este soporte con un lugar donde poder insultar o faltar al respeto escondido en anonimatos cobardes. Pero de eso no tiene culpa la Red, de eso tiene culpa el imbécil que teclea desde el otro lado del ordenador, pero que del mismo modo puede estar en el sofá de su casa viendo la televisión, en el bar, en una peña, en el foso o en el gallinero. Los autores eligen los temas a los que cantar. Ellos sabrán si prefieren hacerlo sobre el segundo puente y los astilleros o acerca de la minería leonesa o Wikileaks. Saben de sobra que sólo tienen unas estrofas para emocionar y que al público no se le engaña tan fácilmente. Da igual de dónde sea.