Economia

DRAMA PERSONAL Y DESPILFARRO PÚBLICO

La mitad de los jóvenes no espera encontrar trabajo 'en lo suyo', algo que requiere de un cambio en su formación

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El Observatorio Vasco de la Juventud ha publicado esta semana un estudio donde se asegura que el 54% de los jóvenes no espera encontrar un trabajo acorde con la formación que ha adquirido. Es probable que hayan hecho estudios similares en otras regiones e imagino que la misma pregunta realizada en Santander, en Gijón, en Murcia o en Málaga, ofrecería resultados similares. Todo un drama personal y todo un despilfarro público. Los jóvenes, y en muchas ocasiones también sus familias, han hecho un esfuerzo personal importante durante varios años para adquirir los conocimientos propios de las materias que más les atraen y en las que esperaban enfocar su futuro laboral. Y ahora, sin embargo, la mayoría de ellos se ha convencido de que todo ese esfuerzo ha sido inútil y de que deberán cambiar sus expectativas para encauzar su vida profesional.

Este drama es fruto de la acción conjunta de dos maneras de actuar. La primera se da a la hora de elegir una carrera, precisamente cuando el peso de los deseos prima casi siempre sobre la atracción de las conveniencias. Puestos a elegir entre lo que gusta y lo que conviene, una buena mayoría se queda con lo primero. Pero claro, aparte de que no resulta sencillo saber con exactitud a los 18 años cuál es el futuro profesional que a uno más le gusta -entre otras razones, porque no se conocen bien las condiciones en las que se desempeña la profesión elegida-, casi nadie contempla a dónde irá a trabajar con ese currículum y si habrá oportunidad de hacerlo.

A lo largo de mi vida universitaria, siempre he aconsejado a la inmensa mayoría de alumnos que no tenía muy claro su futuro que eligiese carreras de 'amplio espectro', que ofreciesen un nutrido abanico de salidas donde siempre será más sencillo encontrar alguna en la que existan oportunidades y que guste. Y, a la inmensa minoría que lo tenía meridianamente claro, les animé a seguir su deseo contra viento y marea. Pero antes de hacerlo, les insistí en que diferenciasen bien lo que podría ser una afición de lo que acabaría siendo una profesión.

La segunda manera de actuar que causa el drama es la escasa práctica en las universidades de los 'numerus clausus' que limitan el acceso a las distintas carreras. Los dirigentes universitarios tienen un pánico terrible a frustrar las expectativas de los jóvenes y una afición desmedida a ofrecer a sus alumnos potenciales una panoplia enorme de opciones de estudio, algo considerado como una seña de calidad e importancia del centro. Me parece un error grave.

Por un lado, resulta mucho mejor a la larga frustrar a un alumno a los 18 años, obligándole a elegir su opción segunda o tercera que le dan acceso a un mundo laboral más amable, que frustrarle a los 23 años cuando la sociedad y él han realizado un gran esfuerzo que se ahoga en la falta de oportunidades para encontrar un trabajo. Me parece mucho menos cruel con los alumnos y mucho más respetuoso con el dinero público empleado en su formación.

En resumen, la realidad que refleja la encuesta me parece una situación tan dramática que se impone un cambio radical. Un cambio que minimice el desasosiego de los jóvenes que no encuentran trabajo, eliminando una de las razones de que tal cosa suceda, como es la mala adecuación entre las capacitaciones adquiridas en la época estudiantil y las necesidades laborales de la sociedad. Otra razón más, por si falta hacía, para incrementar la relación entre las universidades y las empresas. Porque ni los jóvenes están para perder el tiempo ni la sociedad puede admitir que se malgasten los recursos destinados a la educación.