Manifestantes contrarios al resultado del referéndum se manifiestan en Zúrich. 'Refugiados bienvenidos', dice la pancarta.:: STEFFEN SCHMIDT / EFE
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A la UE no le temblará el pulso con Suiza

«La libre circulación es un principio sagrado», advierte la Comisión, que amenaza con bloquear fondos en I+D o para Erasmus

BRUSELAS. Actualizado: Guardar
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Ha sido Suiza como podía haber sido Reino Unido, Holanda, Austria o incluso Francia, pero tarde o temprano, la UE era consciente del «problemón» -como ya lo califican fuentes diplomáticas- al que se enfrentaba en materia de inmigración como consecuencia de la peor crisis económica del último siglo. Por un exiguo puñado de votos -19.000 papeletas separaron el sí del no-, el 50,3% de los suizos ha puesto en un brete a Bruselas pero sobre todo, a su propio país, donde las consecuencias comerciales y económicas podrían adquirir tintes «muy graves» si el Gobierno federal de Berna decida seguir adelante con los cupos migratorios aprobados por su pueblo. «La libertad de circulación es sagrada para nosotros», recalcaron fuentes oficiales de la Comisión Europea.

Suiza no pertenece al selecto club de los Veintiocho, pero en 2002 entró en vigor el acuerdo para la libre circulación de personas firmado tres años antes. El mismo que ahora puede saltar en mil pedazos y con él, una batería de pactos bilaterales sobre las más diversas materias, desde la comercial hasta la de transporte. Suiza, por ejemplo, pertenece desde hace una década al espacio libre de fronteras Schengen. «Debemos esperar a ver como reacciona el Gobierno de Suiza y comprobar cómo articula en su legislación el resultado de un referéndum que respetamos», recalcó un alto funcionario comunitario.

Lo que sí está claro es que todo va en un mismo paquete y si Suiza consuma su órdago, las consecuencias serán «muy graves». Porque aunque la UE optó por su habitual mesura diplomática, también es cierto que con esa misma mano izquierda recordó a Berna cuáles son las líneas rojas. Si no hay libre circulación, se aplicará de facto la llamada 'cláusula guillotina' que permite a Bruselas derribar de un plumazo todo el entramado bilateral entre ambas administraciones -barreras comerciales, acceso a mercados públicos, agricultura, transporte terrestre y a aviación civil-.

La prueba de fuego se llama Croacia, el socio número 28 en sumarse al selecto club de la UE. Antes del 1 de julio, Suiza deberá renovar el acuerdo de libre circulación para acoger a este nuevo país pero dado lo sucedido el domingo, todo apunta a que no será así. De consumarse este escenario, Bruselas activaría de inmediato sus primeras represalias con el bloqueo de la participación helvética en el programa de intercambio de estudiantes universitarios Erasmus y en el de I+D Horizonte 2020. Dos iniciativas citadas expresamente por el Ejecutivo comunitario y que no dejarían de ser el principio de un complejo proceso administrativo de suspensión de acuerdos.

230.000 trabajadores al día

Se prevé que el colegio de comisarios, con José Manuel Durao Barroso a la cabeza, aborde mañana una cuestión «nada fácil» para la UE, como reconoció ayer la Alta Representante de Política Exterior, Catherine Ashton. Pese a todo, Bruselas sí lanzó un mensaje muy claro: 'aquí salimos perdiendo todos, pero el que se lleva la peor parte es Suiza'. Lo dicen las cifras, las mismas que alertan de que la medida podría costarle al país 80.000 empleos y 1.200 millones de riqueza en términos de PIB. Y no lo dice Bruselas, lo advirtieron ayer los economistas de la entidad Credit Suisse.

Porque si la crisis, el dinero, ha originado este sinfín de movimientos extremistas en favor de restringir la inmigración, el dinero, paradójicamente, también puede provocar que las aguas vuelvan a encauzarse de algún modo. Suiza es el tercer socio comercial de la UE tras Estados Unidos y China pero en cambio, la UE es el principal socio de Suiza -dos tercios de sus exportaciones van a algún país de los 28-. Más datos. En 2012, la UE importó 165.000 millones de bienes y servicios suizos, mientras que exportó 216.300. Es decir, que no es necesario hacer un exhaustivo análisis económico para saber que cualquier retroceso en forma de barrera arancelaria, por ejemplo, sería perjudicial para ambas partes, pero sobre todo para los intereses suizos.

También para el millón de ciudadanos de algún país comunitario que viven en Suiza y para los 430.000 suizos que viven en algún Estado miembro. No hay que olvidar que 230.000 personas cruzan todos los días laborables la frontera para trabajar en alguna ciudad de la Confederación.

El órdago está encima de la mesa pero Bruselas ya ha advertido a Berna que no le temblará el pulso. «Las cuatro libertades fundamentales (movimiento de personas, bienes, capitales y servicios) no son divisibles. El mercado único no es un queso suizo. No puedes tener un mercado único con agujeros», advirtió la comisaria de Justicia, Viviane Reding.