David Cameron, durante su discurso de ayer en el Parque Olímpico de Londres. :: CARL COURT / AFP
MUNDO

«Quedan siete meses para salvar al país»

El independentista Salmond descalifica los argumentos de Londres e insiste en que el primer ministro debe debatir con él en televisión Cameron llama a los británicos a convencer a los escoceses de «que se queden» en Reino Unido

LONDRES. Actualizado: Guardar
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El primer ministro británico, David Cameron, ofreció ayer la perspectiva de un patriotismo asociado al entramado de relaciones, al éxito histórico de Reino Unido, a sus valores y a la prosperidad económica, en un discurso promocionado por el Gobierno como la señal de un tono más positivo en su campaña por el 'no' en el referéndum escocés del 18 de septiembre.

Fragmentos del discurso habían sido ya filtrados a la Prensa el jueves y el Financial Times lo destacaba ayer en un poco frecuente despliegue en portada, que ocupaba cinco de las siete columnas en la maqueta del diario más influyente entre las elites. «Súplica dramática de Cameron a los escoceses para mantener Gran Bretaña unida», decía el titular.

Las encuestas sobre intención de voto no permiten describir la situación como dramática para el unionismo aunque, según John Curtice, prestigiado analista de sondeos, el porcentaje de votantes favorables al 'sí' a la independencia ha aumentado cuatro puntos en los últimos ocho sondeos, hasta el 40%, con respecto al que registraban los realizados entre agosto y octubre de 2013.

La fuerza económica

Cuatro puntos tenía también el guión del discurso declamado por Cameron ante una audiencia de unas cien personas, convocadas por la Universidad Caledonian de Glasgow y Downing Street, en la parte central del velódromo del Parque Olímpico, en Londres. El primer ministro invocó inevitablemente a Chris Hoy, el ciclista de pista escocés que ganó allí su sexta medalla de oro como parte del equipo británico.

Era un acto diseñado para recrear el verano olímpico de 2012, «cuando el patrotismo salió de las sombras al sol», y dirigido especialmente a los británicos no escoceses que son patriotas callados, a los que encogen los hombros y a los que creen que Reino Unido estará mejor sin Escocia. «Todos ellos están equivocados», dijo Cameron, antes de exponer sus argumentos. «El primero es la conexión entre unos y otros», la vida en común durante tres siglos, los 800.000 escoceses que viven en otras partes de Reino Unido y los 400.000 que han hecho el camino inverso, dijo, subrayando el origen de su familia al norte de la frontera. «Reino Unido es un intrincado tapiz», añadió, y, aunque se diga que nada de esto cambiaría, «estas conexiones son facilitadas y fortalecidas por la estructura actual de las instituciones».

El segundo argumento de Cameron versó sobre la prosperidad. «Simplemente, somos más fuertes como una entidad mayor», dijo. Resaltó la importancia de la estabilidad y la fuerza económica de Escocia en la alimentación, la enseñanza, las finanzas o la energía. Y ofreció «la visión de Reino Unido como la historia europea de éxito en este siglo», tras superar los problemas de hoy.

El tercero defendió la mayor fuerza en el mundo de un país unido. Destacó el papel de los regimientos escoceses en el Ejército británico y el prestigio de las producciones artísticas o de la BBC. Reino Unido es, según Cameron, «la superpotencia del 'poder suave'» y, si Escocia se separase, «estaríamos tirando de la alfombra sobre la que se asienta nuestra reputación».

El primero de los valores que constituyeron el cuarto argumento es la libertad, defendida por escoceces con otros británicos en el desembarco de Normandía o la guerra de las Malvinas. Invocó la admiración de Nelson Mandela por el Parlamento de Westminster y resumió en un sentimiento compartido de 'libertad, solidaridad y compasión' su elogio a la política británica en el mundo y en su propio país. Alentó Cameron a la «nación reticente» a mostrar orgullo por sus logros y a movilizarse, a que ingleses, galeses y norirlandeses llamen por teléfono a sus amigos escoceses, a reunirse con ellos, a escribirles, a tuitear, a hablar, a decirles que «queremos que se queden». Porque, afirmó el primer ministro, «quedan siete meses para salvar al país más extraordinario de la historia».

El ministro principal y líder del independentismo escocés, Alex Salmond, calificó el discurso como «una andrajosa defensa de que los 'tories' de Westminster retengan el control antidemocrático de Escocia» y apuntó el contraste entre llamamientos a la 'lucha' y la negativa de Cameron a debatir con él en la televisión. Dijo también que la Escocia independiente será «la mejor amiga y vecina de las otras naciones de estas islas».

Ruido de fondo

Los sondeos de opinión entre los británicos no escoceses también han cambiado en los últimos meses. Antes de la convocatoria del referéndum, el 27% de ingleses y galeses era partidario de la separación, pero los últimos resultados dicen que el favor por esa idea ha descendido al 22% mientras que los contrarios a la independencia suman el 53 %.

La intervención de Cameron llega en un clima de malestar por la falta de carisma del líder de la coalición del 'no', el laborista Alastair Darling, como ruido de fondo. Puede atraer al primer ministro hacia un debate directo con Salmond, en el que el 'no' sería representado por el líder de un Partido Conservador que, como Darling ha recordado, no es popular en Escocia, donde logró en las últimas elecciones generales un diputado de un total de 59.