Para pararse a pensar
Actualizado: GuardarEl pulso que mantiene el grupo Pascual con la Consejería de Salud sobre la renovación del concierto sanitario debe hacer pensar a la administración el coste de esta excesiva dependencia. Las carencias históricas de la provincia en infraestructuras sanitarias llevan a situaciones de incertidumbre como las que viven los profesionales de estas clínicas y los propios usuarios, que se ven bombardeados por este tipo de noticias.
La consejera María José Sánchez Rubio admitió ayer que el recorte en la sanidad pública llega a todos los ámbitos, incluido los conciertos sanitarios, ahora está en manos de una empresa privada aceptar o no las condiciones, que podría suponer una reducción del servicio en el peor de los casos. De un modo u otro, nuestra provincia se encuentra en una situación mucho más vulnerable que cualquier otra. Siendo la tercera el población, es una de las que menos camas tiene en hospitales públicos. Los cinco grandes centros sanitarios se quedan demasiado cortos para asumir la demanda asistencial sin el apoyo de las clínicas concertadas. Tampoco hay otra empresa que cuente con la red de centros de Pascual para cubrir el territorio y que sirva de alternativa, con lo que ambos están condenados a entenderse. Lo que genera más preocupación es que no es nuestro sistema público el que tiene cogida la sartén por el mango.
Tal vez este primer escollo en una relación mantenida durante más de dos décadas sirva para pensar antes de aplazar nuevos proyectos sanitarios o paralizar obras ya avanzadas como el centro de alta resolución de Vejer o el Hospital de la Línea, estos últimos sacrificados por la trasferencia del centro militar de San Carlos. Mucho partido tendrá que sacarle la Consejería a los once millones que presupuestó para poner en valor este hospital isleño y que pueda plantearse como una alternativa pública a los conciertos sanitarios. Mucho partido y nuevos compromisos económicos para compensar este déficit histórico al que ni siquiera se le planteó una solución en tiempos de bonanza, cuando se perdían oportunidades en cesiones de suelo y convenios que hoy no van a ningún lado.