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Yarmouk marca el camino a la ayuda humanitaria

DAMASCO. Actualizado: Guardar
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«Hemos sufrido algunos ataques aislados por disparos de francotiradores, pero la cosa ha mejorado en los últimos días», apunta Wael desde el volante de su camioneta que, desde hace siete días, dedica de forma exclusiva al transporte de alimentos a los que hasta hace unos meses eran sus vecinos en Yarmouk. Este joven trabaja ahora para la UNRWA (organismo de Naciones Unidos que presta atención a los palestinos que fueron expulsados por Israel de sus tierras) y espera la orden del Ejército para arrancar y meterse por un callejón por el que avanzará apenas 200 metros antes de depositar la ayuda humanitaria en una especie de tierra de nadie, donde los miembros del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), facción palestina aliada del régimen sirio, se encargan de su distribución. Si algún civil quiere abandonar este lugar cercado por el Ejército también debe aproximarse a este punto y esperar el visto bueno del FPLP antes de subirse en la camioneta.

La prensa tiene permiso para llegar a la entrada del que hasta 2011 fue el mayor campo de refugiados palestino, con casi 140.000 personas. Después de casi tres años de guerra las organizaciones no gubernamentales calculan que quedan unas 18.000, tras la salida de 2.500 en la última semana. A diferencia de la ciudad vieja de Homs, el acuerdo para Yarmouk se produjo de forma ajena a las conversaciones de Ginebra «por medio de una negociación entre las facciones palestinas por la que se acordó la salida del campo de grupos armados como el Frente al-Nusra o el Estado Islámico de Irak y Levante y el posterior desarme de los grupos islamistas palestinos como Hamás», asegura Yumaa al-Abdula, miembro del comité central del FPLP.

Con el paso de los meses de crisis en Siria, partidos como Hamás o Yihad Islámica abandonaron el país y los nueve campos palestinos están bajo control militar porque muchos de sus habitantes -486.946, según datos de la UNRWA- se han sumado a las protestas. Yarmouk era un aparente oasis de paz en medio de una zona convulsa de Damasco con fuerte presencia opositora, pero estalló después de los atentados del 18 de julio de 2012 contra la cúpula de seguridad del régimen.