![](/cadiz/prensa/noticias/201402/03/fotos/7887305.jpg)
Hollywood llora a Philip Seymour Hoffman
El actor aparece muerto en su apartamento de Nueva York con 46 años víctima de una sobredosis de heroína
Actualizado: GuardarPara muchos era el mejor actor de nuestros días. Y no exageraban. Philip Seymour Hoffman constituía una presencia difícil de olvidar. Quizá muchos no supieran su nombre, pero hasta en el último secundario de su amplia filmografía dejó la huella de su talento. Rubicundo, pasado de peso, con una mirada acuosa y una voz profunda, personificó la vulnerabilidad mejor que cualquier otro actor de su generación. Pero el dolor de muchos de sus personajes no solo pertenecía a la ficción. Durante 23 años permaneció limpio de las drogas. Hasta que en las últimas entrevistas reconoció que se «había caído del tren» el año pasado al volver a engancharse a la heroína. Incluso llegaba a esnifarla. Ayer apareció muerto en su apartamento del Village con una aguja hipodérmica colgando del brazo. Tenía 46 años.
La Policía de Nueva York ha certificado la presencia de la jeringuilla y de una sustancia que probablemente sea heroína. El cuerpo fue hallado por un amigo suyo que llamó a los servicios de emergencias. Philip Seymour Hoffman ingresa así en el panteón de la estrellas que han vivido deprisa, como John Belushi, River Phoenix y Heath Ledger. Ironías del destino, el mismo año que Ledger competía al Oscar por 'Brokeback Mountain', Seymour Hoffman se lo arrebató por 'Capote'. Tenía tres hijos fruto de su relación con la diseñadora de vestuario Mimi O'Donnell.
Salvado por Al Pacino
El actor realizó el tránsito del estrellato 'indie' al glamour de Hollywood sin hacer concesiones. Primero empezaron adorándole los espectadores del cine independiente, que se fijaron en aquel actor que siempre salía en las películas de Paul Thomas Anderson. El sonidista de 'Boogie Nights', enamorado hasta las cachas del protagonista, o el enfermero de 'Magnolia' rebosaban humanidad y un patetismo a la vez triste y simpático.
Hijo de un ejecutivo y una jueza, Philip Seymour Hofman nació en Fairport (Nueva York) en 1967 y estudió en la Tisch School of the Arts de la Universidad de Nueva York. Fue un adolescente hiperactivo que daba rienda suelta a su agresividad practicando la lucha. A una lesión de cervicales debemos que abandonara la lona y se pasara al grupo de teatro del instituto. Al salir de la universidad aceptó todos los papeles que le llegaron en series y películas amateurs. También se bebió todo lo inimaginable.
Le salvó Al Pacino, con quien coincidió en su primera película importante, 'Esencia de mujer'. «Cuando tuve esa etapa de rumbo perdido por lo imbécil que a veces uno se vuelve, pensé en él, en su pasión por la vida, la interpretación. Y en su lado cínico, escéptico e irónico sobre las miserias de este mundillo», recordaba. A Seymour Hoffman nunca le importó encarnar a raritos, como demostró en 'Happiness', de Tod Solondz, donde se masturbaba en una escena imborrable. Los directores más prestigiosos corrieron a contratar a aquel actor que siempre estaba sobresaliente.
Los Coen en 'El gran Lebowski'; Anthony Minghella en 'El talento de Mister Ripley' -de nuevo volvía a jugar con su amaneramiento-; Spike Lee en 'La última noche'... Mientras, no abandonó el teatro, un medio que amaba desde que su madre le llevaba todas las semanas a representaciones en Broadway. Poseía su propia compañía, LAByrinth, y dirigió montajes con excelentes críticas. «El teatro es algo milagroso e irrepetible que sucede cada noche cuando se alza el telón», sostenía.
'Capote', dirigida por su amigo Bennett Miller, le brindó el Oscar en 2006. De nuevo otro personaje que ocultaba su vulnerabilidad bajo capas de arrogancia y sarcasmo. El actor clavó los gestos, las miradas y la vocalización del autor de 'A sangre fría'. También estuvo deslumbrante en sus otras tres nominaciones a la estatuilla, por ' La guerra de Charlie Wilson', 'La duda' y la monumental 'The Master' -de nuevo con Paul Thomas Anderson- donde provocaba escalofríos en la piel del carismático líder de una secta.
Sus últimas películas estrenadas en España demuestran que el tamaño de la producción no era óbice para que el actor brillara. En 'El último concierto' acumula la rabia de quien se sabe segundón pese a su talento, mientras en 'Los juegos del hambre: en llamas' solo le basta con su presencia de gran histrión. Hollywood se quedó ayer en estado de shock. Y los cinéfilos del mundo lloraron por la pérdida de uno de los actores más grandes de todos los tiempos.