Obama rebaja sus propias expectativas
El presidente de EE UU hace un guiño a la clase trabajadora, que cada día cuestiona más el éxito de sus reformas Vuelve a pedir al Congreso que suba el salario mínimo sin aportar un plan de estímulo de la economía
NUEVA YORK. Actualizado: GuardarLlegó al Gobierno hace cinco años, convencido de que el cielo es el límite para quien se atreve a soñar a lo grande. «¡Sí, se puede!», coreaba. El hijo mulato de una madre soltera se había convertido en presidente y estaba decidido a cambiar el tono en Washington para cambiar así el país, y tal vez el mundo. El martes, en su quinto discurso sobre el Estado de la Unión, Barack Obama presumió de unos éxitos económicos cuestionables y rebajó sus propias ambiciones. Para su modesto plan de Gobierno sólo puede esgrimir el poder de su pluma a la hora de firmar órdenes ejecutivas. Y hasta eso los republicanos intentan frenarlo.
Un grupo de legisladores republicanos de la Cámara Baja anunció ayer una propuesta de ley para reducir la capacidad del presidente para gobernar por decreto, alarmados por lo que interpretan como una amenaza. «EE UU no se queda parado, y yo tampoco», advirtió el martes Obama, frustrado por el continuo bloqueo de la oposición a sus iniciativas.
Como ejemplo de lo que puede hacer solo, su decisión de subir el sueldo mínimo de 7,25 a 10,10 dólares la hora (de 6,6 a 7,39 euros), pero sólo a los empleados que trabajan para las empresas que contrata el Gobierno, ya que cualquier otra cosa necesitaría la aprobación del Congreso. «¡Es hora de darle a EE UU un aumento!», arengó. Como prueba de que subir el sueldo redunda en la moral y por tanto en mayor productividad, la empresa Costco, una cadena de hipermercados que paga un mínimo de 11,50 dólares la hora (8,4 euros) y una media de 20 (14,6 euros). Ayer Obama se trasladó a uno de sus establecimientos a las afueras de Washington con la excusa de que tenía que comprar comida a sus perros, bromeó. Con ello intenta presionar al Congreso para que extienda la subida del salario mínimo a todos los trabajadores, una de las muchas propuestas del año pasado que quedaron atascadas en las cámaras.
En la Baja está también la prometida reforma migratoria, aprobada en el Senado con 14 votos de la oposición, pero que el portavoz de la de Diputados John Boehner ni siquiera ha puesto a votación. Según los economistas independientes citados por Obama, integrar a 12 millones de trabajadores ilegales que a menudo no pagan impuestos supondría un gran empuje para la economía y ayudaría a reducir el déficit en un billón de dólares a lo largo de las próximas dos décadas. «¡Vamos a aprobar la reforma migratoria este año!», conminó una vez más el mandatario.
Para complementar este paquete progresista de medidas económicas con las que devolver a los trabajadores la oportunidad de conquistar el sueño americano, Obama propone una reforma del código impositivo, que «está del revés», explicó. «Ofrece grandes deducciones para ayudar a los más ricos, pero muy poco o nada para la clase media estadounidense». Esa clase trabajadora tendrá también la oportunidad de crear un fondo de pensiones, a través del Departamento del Tesoro, «que garantice unos intereses decentes sin riesgo de perder lo que se haya metido en él», anunció.
El polémico plan de salud
Su plan para impulsar a la clase media se complementa con una promesa cumplida, la reforma sanitaria, aunque más de la mitad de la población esté en desacuerdo con ella. Según Obama, tres millones de jóvenes menores de 26 años han podido quedarse en el plan de salud de sus padres gracias a este logro que definirá su presidencia, y más de 9 millones han contratado desde octubre una póliza de seguro. La mayoría, sin embargo, era gente que ya tenía seguro médico o que no podía conseguirlo previamente por padecer una condición médica. Los aproximadamente 30 millones que no la habían adquirido previamente por los precios desorbitados que tienen siguen sin hacerlo. De ahí la decepcion quienes han visto a Obama emplear todo su capital político en una ley que satisface a pocos.
El mandatario también pidió al Congreso, una vez más, que elimine las restricciones para transferir presos de Guantánamo con objeto de poder cerrar la prisión, pero no mencionó aquí la posibilidad de usar su poder ejecutivo. Un poder del que ha abusado, según la estrella del partido republicano Ted Cruz, a la que cuando se le recordó que sus predecesores George W. Bush y Bill Clinton firmaron más decretos que él, aclaró que no es una cuestión de número, sino de la naturaleza de esas leyes. Con la presión de las elecciones legislativas que se avecinan en noviembre, el presidente tendrá qué decir cuánto usa la pluma para incentivar a las bases, y los republicanos qué alternativas proponen para el programa de gobierno que boicotean sin cesar.