Un manifestante contra Mursi hace el signo de la victoria durante un enfrentamiento entre jóvenes revolucionarios y miembros de los Hermanos Musulmanes. :: X. A. DALSH / REUTERS
MUNDO

El Ejército egipcio reescribe la historia de la plaza Tahrir

El tercer aniversario de la revolución que derrocó al régimen de Mubarak se convierte en una fiesta de exaltación a la figura del general El-Sisi

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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El tercer aniversario de la revolución que se sublevó contra un régimen autocrático y militar se convirtió ayer en una fiesta de ensalzamiento de la figura del general Abdelfatah el-Sisi, el hombre que lideró el golpe de Estado contra el primer producto de aquella democracia imperfecta surgida de la sangre y las ilusiones de los revolucionarios, su primer presidente democrático. Aún sacudidos por la cadena de atentados que la víspera sembró el terror en las calles de El Cairo, los egipcios volvieron a salir a las calles un 25 de enero, esta vez más divididos que nunca. Hasta tres frentes distintos habían convocado marchas en el aniversario, pero sólo los simpatizantes del Ejército pudieron exhibir en la plaza Tahrir su exaltación del nacionalismo y de sus fuerzas de seguridad.

Los grupos de jóvenes revolucionarios, que hoy se definen como anti-Ejército y anti-Hermanos Musulmanes, fueron reprimidos por la Policía con la misma brutalidad y en los mismos escenarios que hace tres años. El movimiento 6 de Abril, que plantó la semilla de la revolución en 2008, anunció que uno de sus miembros murió por un disparo después de que los agentes atacaran una marcha que pretendía salir del Sindicato de Periodistas. Al menos 29 personas murieron en toda la jornada en enfrentamientos en distintos puntos del país y más de 400 fueron arrestadas.

Los Hermanos Musulmanes, el tercer frente que había convocado a sus seguidores en las calles egipcias, también fueron reprimidos ayer con una fuerza mortífera. Los seguidores del derrocado presidente Mohamed Mursi consiguieron manifestarse brevemente en diferentes puntos de la periferia de El Cairo antes de ser dispersados violentamente, una escena que viene repitiéndose prácticamente cada día desde el golpe de Estado del pasado verano.

Pero, aunque gran parte de esta violencia sucedía a las mismas puertas de Tahrir, para los miles de egipcios que ayer celebraban al nuevo régimen, los ecos de las balas quedaban muy lejos. «Hoy todos los egipcios estamos unidos para pedir al general El-Sisi que se convierta en nuestro presidente», aseguraba el ingeniero Ahmed Osman. Sus palabras eran apenas imperceptibles entre el estruendo de música nacionalista que sonaba desde grandes altavoces. En el cielo, helicópteros militares volaban casi rozando los edificios y lanzaban banderas de Egipto para mayor éxtasis de los congregados.

Ante la pregunta de si había acudido a Tahrir a celebrar el aniversario de la revolución o la figura de El-Sisi, Mahmud Salem, como muchos otros ayer en la plaza, no podía reprimirse. «El-Sisi, El-Sisi, por supuesto», señalaba este jubilado para, de repente, dudar y rectificar: «bueno, los dos. El-Sisi es un producto de la revolución, es el que nos va a proteger del terrorismo de los Hermanos Musulmanes y el que defenderá nuestra democracia». La Cofradía, etiquetada por las nuevas autoridades como el enemigo número uno de la patria, era ayer el blanco de las iras en un Tahrir convertido en el súmmum del maniqueísmo: quien no está con El-Sisi está con los Hermanos. No existen términos medios.

Odio a los islamistas

Extáticos con un fervor patriótico y con una admiración sincera hacia las fuerzas de seguridad, muchos egipcios aseguraban ayer que la hoja de ruta impuesta por los militares -que ha silenciado a la oposición- no significa un retorno hacia el mismo régimen que los revolucionarios intentaron derrocar hace tres años. «Al contrario. Nunca aceptaremos que El-Sisi se convierta en un nuevo Hosni Mubarak. Si esto sucede lo derrocaremos también, como ya hicimos con Mursi», afirmaba con rotundidad Moahsen Amir.

Detrás de él, en una esquina de la plaza, Karam Abdelkrim, vendía camisetas de Bob Esponja, de Superman y el nuevo éxito de ventas, la de la foto del jefe del Ejército. «Hace un año vendíamos las de Mursi, pero esas ya las hemos quemado», reconocía el joven. Desde los diferentes puentes que unen la icónica plaza con la isla de Zamalek, grupos de folclore egipcio bailaban al ritmo de tambores y de canciones patrióticas en una fiesta que duró hasta bien entrada la noche.

En plena jornada conmemorativa, el grupo yihadista Ansar Maqdis el-Beit, con base en el Sinaí, reivindicó ayer los cuatro atentados del viernes, que mataron a seis personas en El Cairo. Otro coche bomba estallaba ayer cerca de un cuartel de Policía en la ciudad de Suez.