A pesar de la frialdad inicial, François Hollande y el Papa Francisco se mostraron distendidos al final de su audiencia privada. :: AFP
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El Papa recibe al presidente francés en el Vaticano en pleno escándalo amoroso

Se entrevistaron 35 minutos en una visita rodeada de morbo, aunque nunca estuvo prevista la presencia de la primera dama

ROMA. Actualizado: Guardar
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Pocas veces una visita de un presidente francés al Vaticano ha suscitado tanto interés y también raramente ha tenido tan poco que ver con las grandes cuestiones que están sobre la mesa. Hasta hace poco la atención habría recaído sobre el acusado laicismo de François Hollande, el primer jefe de Estado socialista francés en 17 años, y las tensiones entre la Iglesia católica y el Gobierno de París por la aprobación del matrimonio homosexual, la facilitación del aborto y el proyecto de ley sobre la eutanasia. Pero ayer todo quedó relegado por el morbo de ver a Hollande ante Francisco tras su escándalo amoroso. La viñeta de Le Monde lo resumía ácidamente: el presidente llega al Vaticano en moto junto a dos señoras con casco y el Papa le dice: «¿Quién soy yo para juzgar?», como comentó en su regreso de Brasil acerca de los gais.

Francisco, en realidad, le recibió muy serio y con pocas sonrisas. Hollande se mostró tan inexpresivo como siempre, aunque dijo ser «muy feliz» de estar allí. Sólo se les vio más distendidos al final de su charla, que duró 35 minutos, un tiempo bastante largo para las audiencias privadas del Pontífice. En la entrega de regalos Bergoglio bromeó sobre el nombre común que comparten, Francisco, y recordó al líder socialista francés que también era su patrón.

Al igual que una extraña explosión registrada anoche cerca de un instituto oficial francés en el centro de Roma no tuvo el más mínimo impacto en la visita, tampoco el agitado romance del Eliseo ha incidido realmente en la agenda. Desde el principio no estaba prevista la presencia de la primera dama, Valerie Trierweiler. Se puede decir que el estricto protocolo vaticano, que únicamente admite a las esposas de los jefes de Estado, le ha ahorrado líos a Hollande, pues no está casado con Trierweiler y es sólo su compañera, aunque eso, como se sabe, ya está en duda. Tampoco estuvo casado en el pasado con su primera pareja y madre de sus cuatro hijos, Segolene Royal.

El presidente francés, que no ha ocultado nunca su alergia a lo religioso, había ido retrasando su visita de rigor a la Santa Sede desde que fue elegido en mayo de 2012, es decir, hace casi dos años. La llegada de Bergoglio y su perfil cambió su percepción de la cuestión y estas semanas, por ejemplo, ha apuntado que la ayuda del Papa en Siria y Oriente Medio «puede ser preciosa». De hecho ayer explicó tras la entrevista que había pedido a Francisco que reciba en el Vaticano a los dirigentes de la oposición siria.

Pero en el viaje de Hollande a Roma también ha influido la cercanía de las elecciones europeas y administrativas, y su afán por conciliarse con el voto católico en un momento de escasa popularidad. Hábilmente, Hollande llevó ayer con él una delegación de personalidades católicas, entre ellos un sacerdote secuestado en noviembre en Camerún durante siete semanas y liberado por los servicios secretos franceses. El Papa sí abrazó a este cura calurosamente y a él sí le dijo en francés que estaba muy feliz de tenerlo allí.