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La partitura que te hace fuerte
La agrupación interpreta por primera vez en sus quince años de historia piezas de Mozart y Beethoven ante el público gaditanoLa orquesta Barenboim-Said llena el Gran Teatro Falla
CÁDIZ. Actualizado: GuardarTransformado en una pequeña habitación realizado a base de tablones de madera, como si de una pequeña sala de ensayo se tratara, el escenario del Gran Teatro Falla acogió el estreno de la Orquesta West-Eastern Divan en Cádiz. La primera vez que esta singular agrupación dirigida por el maestro Daniel Barenboim actuaba en la ciudad desde que se formara hace ya 15 años. Minutos antes, el propio maestro comparecía ante los medios para expresar su satisfacción por estar «en la única ciudad importante de Andalucía que nos faltaba por visitar». Quizás «haya sido por un problema de logística y de fechas o quizás porque este teatro no tiene aire acondicionado», se excusaba. El maestro hablaba despacio, sabiendo que en una ciudad tan vinculada a la música clásica y con grandes representantes como Manuel de Falla, su orquesta iba a pasar a formar parte de la historia del teatro.
De esa historia que él mismo comenzó a escribir hace 15 años cuando decidió unir bajo una misma batuta a jóvenes músicos de Israel y Palestina. «Estamos más cerca y a la vez más lejos de cumplir nuestros objetivos», relataba ayer. «El nivel artístico es francamente mucho más alto de lo que yo podía soñar, en el aspecto de las relaciones humanas también hemos cumplido el objetivo pero quizás no hayamos conseguido la principal función de este proyecto, el poder tocar en los países a las que pertenecen estas personas como Líbano, Siria o Israel. Es un paso que lamentablemente no depende de nosotros». Cada día se acercan un poco más. Hoy viajarán hacia Abu Dabi, «que, bueno, no es Oriente Medio pero es importante que podamos tocar en países donde hay sociedades árabes».
Barenboim hablaba de música pero no podía evitar mencionar la actual situación que atraviesan los países de donde son los integrantes de la orquesta. «Cada vez está peor, pero, a mi modo de ver, se debe a que a se ha interpretado como algo que no es. Es como si te duele el brazo y te tratan las cejas o la nariz. No se trata de un problema político o militar sobre una frontera, la explotación de petróleo o agua. Lo que sucede allí es un conflicto entre dos pueblos que están profundamente convencidos de que tienen el derecho a vivir en el mismo pedazo de tierra y uno sin el otro», señalaba. «El mundo no lo ve así», intentaba explicar, «cómo vas a buscar un compromiso cuando no aceptas el derecho de otro. Primero hay que entender eso. Necesitamos a líderes, tanto en Israel como en Palestina, que entiendan que estamos bendecidos o maldecidos a vivir en la misma zona. O uno al lado del otro o juntos, pero no de espaldas». Hasta que no llegue ese punto, vaticinaba ayer Barenboim, «no tiene sentido negociar».
Mientras llegue ese momento, el maestro sigue volcado en la música. «No os confundáis», aseguraba ayer, «la música no se puede utilizar para otras cosas. Otras cosas se pueden volver música pero no al revés. Lo que demuestra esta orquesta es la posibilidad de la convivencia, que todos están en el mismo atril, que desean lo mejor para el otro».
El director hablaba del efecto de la música en sus miembros de la orquesta y no al revés. «La música es más rica de todo eso. Los seres humanos lloramos cuando estamos tristes y sonreímos cuando estamos alegres pero la música sonríe y llora al mismo tiempo. En ella es posible entender los sentimientos más contrarios simultáneamente, por eso cuando ellos tocan se sienten poderosos». Es la partitura la que les hace fuerte. Cuando ellos regresan a sus casas, «no encuentran comprensión, algunos tienen más dificultades que otros y a pesar de eso siguen volviendo».
Y esa misma fortaleza es la que transmitieron ayer sobre el escenario del Teatro Falla, guiados por Daniel Barenboim y con un repertorio basado en Mozart y Beethoven. Abrieron el concierto con las 'Bodas de Fígaro' a lo que le siguió la sinfonía concertante para violín y viola y orquesta de Mozart y la sinfonía número 7 en La mayor de Beethoven.