Sociedad

El instinto del nómada

La exposición es una «carta de amor a la Tierra» en 245 poderosas fotos de los parajes más bellos e innacesibles que siguen a salvo de la acción humana Sebastião Salgado muestra en España 'Génesis', colofón del fascinante viaje a los paraísos más puros y salvajes del planeta del gran fotógrafo brasileño

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«No soy antropólogo, ni periodista, ni ecologista militante, ni artista. Soy un fotógrafo curioso que sigue su instinto para atrapar instantes. Puedes reflexionar mucho, pero sin ese instinto y ese instante decisivo, no hay foto». Palabra de Sebastião Salgado (Aimorés, Minas Gerais, 1944), genial fotógrafo brasileño que trae a España su último y ambicioso proyecto con la obra social de La Caixa. Durante ocho años recorrió los parajes más seductoramente salvajes del mundo en busca de «la pureza que queda en el planeta». El resultado es 'Génesis', la fascinante exposición que inicia en CaixaForum Madrid una estancia española que durará casi tres años. Son 245 imágenes en blanco y negro y gran formato, una «carta de amor a la Tierra» de este infatigable nómada llevado de su curiosidad e instinto a los confines más puros y paradisíacos del globo. Es su mayor reto y se sustancia también en dos volúmenes con más de 400 instantáneas y un documental de Win Wenders.

Es el resumen del extenuante y esperanzador viaje en pos de la pureza original que llevó a Salgado a los remotos paraísos que «aún se mantienen vírgenes». Como un viajero del Antiguo Testamento cruzó a pie desiertos de arena y hielo, sobrevoló océanos y sabanas, penetró en el corazón de la selva y la tundra en pos de tribus aisladas o especies amenazadas. Las retrata con su magistral estilo, que consiste en no tener estilo, sin interferir en lo que fotografía y trasmitiendo con plena potencia su sobrecogedora belleza.

Entre 2004 y 2012 el empeño de Salgado y su esposa, Lélia Wanick, ha sido regresar a la pureza salvaje y primigenia de esos enclaves a salvo de la acción humana. «Ese 46% de la Tierra que aún permanece como en la época del Génesis -apunta- y que debemos conservar». «Los humanos somos naturaleza y hemos de comprender y trasmitir a nuestros hijos la diversidad del planeta para salvarlo». «Estas fotos no cambian el mundo, pero quiero que ayuden a comprenderlo», asegura este activista ambiental comprometido y «muy preocupado» por el futuro de santuarios como la Antártida o la foresta de Papúa, «bajo la brutal amenaza de las prospecciones de minerales o petróleo y la deforestación».

Su empeño más real es recuperar las fuentes y la cuenca del río Dulce en Brasil, un territorio del tamaño de Portugal en el que quiere plantar hasta cien millones de árboles, para lo que se necesitan mil millones de dólares «y el compromiso de varias generaciones». «Hemos destruido un 54 % del planeta, algo de lo que la mayoría de la gente no es consciente, y hemos de recuperar lo devastado y hacerlo juntos», propone.

Él lo hace mostrando «la megadiversidad» de la Tierra y su intacta belleza original. En su recorrido «del hielo al trópico» por 32 países alcanzó los parajes más remotos y prístinos. Viajó a pie por Etiopía durante tres meses, en avioneta, en buques, canoas o globos sobre el Okavango, con calor y frío extremos en desierto y zonas árticas, y en condiciones a menudo peligrosas.

Blanco y negro

Fiel al blanco y negro, a la contención técnica y a su grandiosa sencillez, Salgado infunde una densa textura emocional y a sus fotografías. De calidad excelsa, dice que son fruto de «decisiones éticas, siempre subjetivas y con lenguaje estético». Ha logrado casar el mundo digital y el analógico. Arrumbadas su Leica y sus Pentax, trabaja con una sofisticada Canon digital, «pero con la pantalla apagada». «Nunca la miró sobre el terreno. Espero a ver el resultado, como hacía con el revelado de los carretes de Tri-X», explica. Con ese archivo digital genera un negativo de alta calidad y mediano formato que le permite esplendorosas ampliaciones de arrebatadora belleza. «No sé ni puedo trabajar en color ni editar en un ordenador; sigo haciéndolo con contactos».

Fotografía especies amenazadas como los gorilas del Congo, las orcas y ballenas de la Patagonia o las tortugas gigantes de Galápagos, donde arrancó su aventura. «Los animales me demuestran que el ser humano no es el único ser racional sobre la Tierra, que sus relaciones familiares son tan verticales y profundas como las nuestras», dice tras observar a pingüinos, leones marinos, cormoranes y ballenas del Atlántico Sur, caimanes yacaré y jaguares en Brasil, y leones, leopardos y elefantes en África. «Comprendí pronto que somos primos de las iguanas o las tortugas, que todos procedemos de la misma célula embrionaria y que nuestro destino está ligado». «Creí que viajaría a universos distintos y el viaje fue de retorno hacia mí mismo», resume.

Su exploración de la biodiversidad y los orígenes de la vida le situaron ante enclaves, especies y tribus que el hombre aún no ha contaminado o destruido. Los zo'é, aislados en lo más profundo de la selva brasileña, la neolítica etnia korowai de Papúa Occidental, los nómadas ganaderos dinka, en Sudán. Las comunidades mentawai en el corazón selvático de Sumatra o los trashumantes nénets, los vaqueros de Siberia, y sus manadas de renos en el Círculo Polar Ártico, «que me enseñaron el concepto de esencial, lo estrictamente necesario para viajar con tu casa a 50 grado bajo cero».

Dividida en cinco secciones -Sur, Norte, Amazonia, África y los Santuarios de Papúa y Madagascar-, los paisajes de 'Génesis' son los mundos helado de los icebergs Antártico, los glaciares de Alaska, los volcanes de África Central y de la península de Kamchatka, los desiertos saharianos, los amazónicos ríos Negro y Yuruá o las gargantas del Gran Cañón o las montañas de Etiopía que Salgado atravesó a pie, 850 kilómetros en tres meses.