Günter Grass se retira a medias
Asegura que ya no tiene edad para escribir novelas, aunque no renuncia a la pintura y a la polémica
Actualizado: GuardarGünter Grass tira la toalla, pero solo a medias. A sus 86 años, el escritor alemán ya no cree tener las fuerzas suficientes para acometer proyectos de largo aliento, en los que necesite invertir cinco o seis años de esfuerzo. El Premio Nobel de Literatura anuncia así a sus lectores una retirada parcial. «Mi estado de salud no me permite concebir proyectos de cinco o seis años, y ésta sería la condición necesaria para realizar el trabajo de investigación con miras a escribir una novela», argumenta.
Laureado por la Academia Sueca en 1999, Grass asegura en una entrevista al diario bávaro Passauer Neue Presse que se siente flaquear ante la perspectiva de acometer una empresa de largo recorrido. Con esas palabras parece poner fin a una carrera controvertida, intensa y fecunda, aunque no da la espalda definitivamente a la escritura. De hecho, en la entrevista al rotativo confiesa haber vuelto a una de sus grandes aficiones: la pintura. «A partir de dibujos y algunas acuarelas han aparecido también los primeros textos. En ellos estoy trabajando. ¿En qué se transformarán esas palabras? Eso aún no lo sé», arguye el escritor, que se convirtió en el azote de sus compatriotas cuando en los años sesenta y setenta cargó contra la obediencia cómplice a Hitler.
Desde su brillante debut literario en 1959 con 'El tambor de hojalata', obra clave para adjudicarse el codiciado galardón que concede la Academia Sueca, Grass ha desempeñado durante décadas el papel de conciencia crítica de Alemania, al tiempo que ha participado en el debate público cada vez que se le pedía su opinión sobre cualquier asunto. Sus juicios adquirían a veces un tono admonitorio. Por eso cuando confesó en 2006 el haber pertenecido a las Waffen-SS a la edad de 17 años, sus enemigos, sobre todo los que soportaron durante largo tiempo sus dardos, no se lo perdonaron, hasta el punto de que le negaron cualquier autoridad moral y cívica. En el fondo, detrás de esta polvareda había mucho de cainismo intelectual. Algún superviviente de los campos de exterminio y hasta el expresidente polaco Lech Walesa le negaron el pan y la sal y abogaron incluso por la retirada del galardón, como si los actos cuestionables de su biografía menoscabaran necesariamente sus logros artísticos.
Pese a su renuncia a la creación literaria con mayúsculas, Günter Grass no dejará probablemente de atizar la polémica. El escritor no salió escaldado con el asunto de la SS y en 2012 sublevó a Israel cuando aseveró que su arsenal constituía un peligro para la paz mundial. Nuevamente fue destinatario de diatribas incendiarias. Las autoridades del Estado hebreo le declararon persona non grata. Lo curioso del caso es que el rapapolvo de Grass contra los israelíes era un poema ('Lo que hay que decir'), un arma inusual en el terreno diplomático, pero que a la postre se mostró eficaz para generar todo una tormenta política.
Las arremetidas de Grass suelen siempre viscerales y encarnizadas. El escritor no pasa página con facilidad. De su tenacidad en la pelea habla el hecho de que durante tres décadas rechazó hacer declaraciones al diario Bild y otros medios del grupo Springer debido a la campaña que desplegaron en su día contra el escritor Heinrich Böll. En política, los conservadores alemanes jamás le perdonaron su apoyo al socialdemócrata Billy Brandt en su camino a la cancillería. Por eso cuando se publicó 'Pelando la cebolla', en que admitía su pasado nazi, se reavivaron viejas rencillas. Todo ello no arredra al escritor, que en otro poema político no tan remoto, 'La vergüenza de Europa', abomina de la política de la UE en la crisis griega.
Hace escasamente dos meses apeló al SPD para que se negara a formar una coalición de gobierno con los democristianos. Y no hace muchos días apostó por que Alemania concediera asilo político a Edward Snowden. Ahora que Günter Grass carece de la energía para alumbrar una novela, quizá sea el momento de dedicarse a la poesía, un género que cómo él suele decir, nunca engaña. Entre novela y novela, el Nobel solía publicar un poemario, como si de esta forma descansara de las exigencias de la prosa. Por añadidura, el autor alemán es de los que suelen intercalar versos en sus obras de ficción, una costumbre muy arraigadas desde los románticos.