Francisco marca el camino del fin de la era Rouco en la Iglesia española
Al designar a Sebastián en vísperas de la elección del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, reivindica una línea acallada estos años
ROMA. Actualizado: GuardarEn la primera hornada de nombramientos de cardenales de Francisco, anunciados el domingo, hay muchos mensajes tangibles y subliminales de cambio que dentro de la Iglesia se han captado de inmediato. Entre los evidentes está el peso del sur del mundo entre los nuevos 19 purpurados.
Al margen de los altos cargos obligados de la Curia, sólo hay dos europeos y, de ellos, un único italiano. Pero dentro de esta tendencia lo más rompedor es el fin de las inercias automáticas, eso de que a tal plaza de arzobispo le corresponde mecánicamente el premio de ser cardenal, lógica en la que se basa el carrerismo eclesiástico. Bergoglio, en cambio, ha optado por buenos pastores, independientemente de su puesto, en muchos casos de diócesis menores y también desconocidos. Ha dejado con las manos vacías a quienes se las frotaban porque teóricamente les tocaba.
En Italia aún están asimilando que los titulares de Venecia y Turín se hayan quedado fuera mientras ha sido promocionado el obispo de Perugia, ciudad que no tenía un cardenal desde 1853. Todo ello se resume en una nueva línea que da prioridad a las personas y al ejemplo, no a los cargos. El caso de España es muy ilustrativo, y además cuenta con un matiz implícito clarísimo: es la hora de pasar página y dejar atrás la era de Antonio María Rouco Varela, actual presidente de los obispos españoles.
El Papa ha descolocado mucho con su lista de cardenales y también va en esta línea la decisión de conceder la púrpura de forma honorífica a Fernando Sebastián, de más de 80 años y que por tanto no participaría en un próximo cónclave. El exarzobispo de Pamplona no estaba en las quinielas porque, siguiendo la lógica tradicional, si había un nuevo cardenal español le tocaba al de Toledo, Braulio Rodríguez, nombrado en 2009. Esta ciudad es sede del primado de España y la de más tradición cardenalicia junto a la de Sevilla.
Pero más allá de esto, Sebastián estaba retirado y en la sombra desde hace años, pese a su gran prestigio, marginado de los círculos de poder de la Iglesia española. Primero por ser discípulo de Tarancón y mal visto en Roma, dado el papel del histórico cardenal en la Transición a favor de una Constitución laica. Luego por ser mal visto por Rouco, que fue su vicerrector cuando Sebastián era rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, pero luego le cortó el paso a la presidencia de la Conferencia Episcopal en 1999.
Empezó entonces la era de Rouco, con dos mandatos seguidos y un tercero que ahora termina, que ha marcado el rumbo de la Iglesia española. Sebastián, voz destacada de la oposición a Rouco, quedó condenado a puestos de segunda fila. Al sacarle del olvido el Papa está señalando que esa vía eclipsada estos años es la que él prefiere ahora.
Los obispos españoles ya habían oteado el cambio de aires y el pasado mes de noviembre dieron el primer golpe de timón al elegir como nuevo secretario general de la conferencia episcopal y portavoz a José María Gil Tamayo. Salió a la primera por mayoría abrumadora, mientras que el candidato de Rouco, César Franco, su obispo auxiliar en Madrid, fue ninguneado. La púrpura de Sebastián es una respuesta afirmativa del Papa a ese primer gesto y corrobora que esa es la línea a seguir.
Bergoglio ya dio otro aviso en diciembre, cuando apeó a Rouco de la Congregación de los Obispos, uno de los 'ministerios' del Vaticano. El arzobispo de Madrid ya tiene 77 años, ha superado la edad de jubilación eclesiástica de los 75 y ha quedado inaugurado oficialmente su declive. Próximamente será sustituido al frente de la diócesis de la capital española.
Del Río lidera las quinielas
En breve llegará el momento de la verdad: a mediados de marzo se reunirá la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal para elegir el sucesor de Rouco en la presidencia. Por eso cobra especial relevancia la visita 'ad limina' de los obispos españoles a Roma, prevista en dos turnos, el 22 de febrero y el 8 de marzo.
En una fecha intermedia, quizá el 3 de marzo, cuando ambos grupos coinciden en la ciudad, el Papa les recibirá a todos juntos y les dirigirá un discurso que será clave. En él marcará de forma explícita esa nueva ruta que hasta ahora ha sido esbozada con señales sueltas.
Los obispos españoles tomarán nota, volverán a casa y una semana después votarán por su nuevo líder. Entre los que suenan destaca Juan del Río, arzobispo general castrense, gran valedor de Gil Tamayo.