El sastre Bruce y sus retales
El 'Boss' vuelve con 'High hopes', mezcla de canciones inéditas, descartes y versiones
Actualizado: GuardarDe alguien tan reverenciado como Bruce Springsteen se espera siempre lo mejor. Instalado desde hace casi cuatro décadas en el pináculo del rock and roll, cada lanzamiento es aguardado con la esperanza de la llegada del relato definitivo de la América urbana. Sus letras se erigen en la Biblia tanto de aquellos sectores descontentos con el devenir del país de las barras y las estrellas como de quienes aplauden el rumbo emprendido.
Quizá ahí radique buena parte de su magia, en su capacidad de satisfacer por igual tanto a los más izquierdistas -con un 'Working on a dream' alumbrado bajo el fulgurante destello que acompañó la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca- como a los más conservadores -ejemplo supremo fue la apropiación, por mucho que le pesase al de Nueva Jersey, por parte de Ronald Reagan de su 'Born in the USA' en los años ochenta-. Mas los 'dioses' también tienen derecho a un momento de esparcimiento, y precisamente eso es lo que ocurre con el nuevo trabajo del 'Boss', que llega a las tiendas el 14 de enero, apenas medio mes después de que Amazon descubriese por error el pastel que había horneado en esta ocasión Bruce.
Quien anhelase un nuevo grito desesperado contra las pequeñas y grandes tragedias que asolan el mundo, en la línea de 'Darkness on the edge of town' o 'Nebraska', o un certero disparo contra las oscuras fuerzas que han sumido a los ciudadanos en la más delicada situación económica desde los tiempos de la Gran Depresión, como ocurría en el más reciente 'Wrecking ball', se llevarán un chasco. Lo harán igualmente los amantes del Springsteen más luminoso, ese que rezumaba esperanza en el ya mencionado 'Working on a dream'.
Nada de eso emana de 'High hopes', un disco lleno de retales. Claro que el sastre encargado de manejarse con ellos no da puntada sin hilo. Grabado entre Nueva Jersey, Los Ángeles, Atlanta, Nueva York y Australia, el décimo octavo álbum de Springsteen recoge lo que, según él, es «parte del mejor material sin publicar de la pasada década». Una declaración un tanto grandilocuente pero que no anda tampoco desencaminada. Se trata de un compendio de canciones inéditas unidas a otras que en su día fueron descartadas por el músico al no encajar en los proyectos que por entonces tenía entre manos, más una serie de versiones de temas propios y ajenos.
Una maraña sobre la que vuelve a operar el hechizo de la E Street Band -con un lugar muy especial para dos miembros tristemente desaparecidos como Clarence Clemons y Danny Federici- y en el que otros que todavía continúan junto al 'Boss', como Nils Lofgren, quedan en un segundo plano en beneficio del nuevo protegido de Bruce, Tom Morello.
Las canciones
Así ocurre, por ejemplo, en el tema que da título al álbum. 'High hopes' fue escrita por Tom Scott McConnell en 1987 e integrada por The Havalinas en su repertorio. Springsteen la hizo suya ocho años más tarde y la incluyó en el EP 'Blood brothers'. Ahora Bruce le introduce un ritmo más acelerado y el exguitarrista de Rage Against The Machine le aplica su particular barniz, del mismo modo que hace, como no podía ser menos, en 'The ghost of Tom Joad', precisamente la canción que marcó el inicio de su ahora mucho más estrecha alianza con el de Nueva Jersey.
Es esta una de las mejores revisitaciones que el rockero efectúa a una de sus letras, si bien no la única. Lo mismo hace con 'American skin (41 shots)', alegato contra el racismo y la brutalidad policial que retoma el músico al rebufo de la indignación generada por el asesinato en 2012 de Trayvon Martin, un joven afroamericano abatido por un vigilante.
El disco da cabida también a 'covers' de temas como 'Dream baby dream', de Suicide, o 'Just like fire would', con la que rinde tributo a The Saints. Y permite bosquejar lo que pasaba por la mente de Springsteen cuando sopesaba, para finalmente prescindir de su inclusión en trabajos anteriores, los méritos de cortes como 'Harry's place' o 'Down in the hole', ambos destinados inicialmente al soberbio 'The rising'.
Están, por último, las piezas menos frecuentadas como 'Frankie fell in love', 'Hunter of invisible game', 'The wall' o 'This is your sword', ejemplos de la polivalencia de este monstruo capaz de meterse, a sus 64 años, conciertos maratonianos entre pecho y espalda que para sus incondicionales pasan como un suspiro. Tal vez nos hallemos ante un disco de transición o un puro divertimento, pero no resulta osado aventurar que 'High hopes' será uno de los trabajos del año.